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     NATALIA

  A estas alturas quién me iba a decir que conectaría con el tipo áspero, taciturno y airado que llamó mi atención nada más cruzarme con él por los pasillos. Quién le iba a decir a mi amiga Elisa que su mismo hermano gemelo se enamoraría de ella y a la inversa.

    No hay mañana que no desayunemos en el comedor de la universidad juntos, salvo algunos que Tristán y yo nos escabullimos para tomarnos el almuerzo solos, entre risas, y algún beso y caricias furtivas, mientras no os vean. Me he acostumbrado al tacto rugoso de la piel que ha sufrido el trágico cambio. La mimo como si fuera capaz de volver invisibles todos aquellos trazos que jamás deberían de haber existido. Todavía no puedo creer que se haya abierto a mí así, sabiendo de dónde proceden sus miedos. Lo mejor es que quien le hiciera todo aquel mal no ha dado señales de vida, y eso, me tranquiliza.

    Valeria está alucinando. Los servicios se nos dan divinos. Nos compaginamos a la perfección. Entorna la mirada y pregunta si hay algo que se haya perdido. Evidentemente, no somos capaz de enmudecer ante algo tan obvio.

    —Ya decía yo que el perro y el gato han terminado por llevarse bien. Algo debía de haber —ha comentado con una risilla mordaz a la que hemos acompañado con un rubor notable.

   Llevamos entre manos la confección de los complementos para los disfraces. Finalmente, Nahuel ha arrimado el hombro. Y ha dejado claro que: ¡de cola de mono, nanay! Su evolución de Goku es aquella más normal y musculada.

    «¡Ya! Ya... ¡Ay, qué vanidoso se ha vuelto el hermano gemelo de aquel que ya me pertenece!»

    Todo son risas. Pasamos largos ratos los cuatro, los fines de semana, montando alguna fiesta de juegos de mesa, piques de copas y cena, o películas y sofá. Otros tantos están dedicados particular y especialmente a Tristán. Sé que os estáis preguntando qué ocurrió con ese momento «¡pues claro que llevo condón!», dejándonos caer en una maraña de caricias besos y tanto deseo como la noche nos premia. ¡Besa de vicio. Acaricia de lujo... ¿Qué puedo decir de Tristán que no sea bueno?

Pero también hay momentos de esos críticos cuando nos hemos quedado dormidos después de hacerlo y he tenido que abrazarlo, entre sus sudores fríos y gritos. Me aterra imaginar cada escena vivida con la tal Estela que parecía cargar contra él como si fuese un saco de boxeo. ¡Hija de puta! «Si no eres para mí, no serás para nadie». Opino que, a todo este tipo de gentuza, deberían de encerrarlos en un hoyo oscuro y no sacarlos jamás.

    —¿En qué estás pensando?

    Coloca un mechón perdido detrás de mi oreja. Estoy recostada sobre su pecho.

    —En nada.

    Me ladea un poco más hacia él para que lo mire.

—Pequeña embustera... ¿En qué estás pensando? —me interroga nuevamente.

    Repaso con un dedo una de aquellas huellas y siento un dolor intenso como si me lo estuvieran provocando a mí.

    —Pues... que me alegro de que sigas con vida. De que estés aquí. Conmigo. Que te dejes proteger y cuidar.

    Sonríe torciendo sus labios. ¡Dios, está para comérselo! Vale. Ya me lo he comido. Y las veces que me lo comeré.

    —Todavía estoy en peligro. No sé cuándo saldrá Estela de prisión. Y, cuando lo haga, estoy casi seguro, por no decir seguro, que vendrá a por mí para vengarse. Si no ha mandado ya a uno de aquellos que tiene en las sombras para servirle. Es una puta manipuladora.

Déjame amarte (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora