TRISTÁN
Me estoy despertando .¿Cuándo me quedé dormido? Exactamente ¿Sigo en mi cama? ¿Habré soñado el confuso viaje? Debo seguir en mi habitación. Nada fue real de lo que casi ni recuerdo, revuelto con una neblina confusa.
Mis párpados pesan como pincelados con cemento puro. Trato de moverme. No puedo, ¿por qué?
Tiro y tiro, y con la dificultad ralentizada de mi cuerpo aletargado, y no sé por qué más, ya que todavía no veo nítidamente, no puedo moverme.
Una luz directa me ciega. Mis manos están en alto, a cada lado de mi cuerpo, sujetas a algo. ¡Mierda! ¿Qué es esto?
La atmósfera huele enrarecida. A moho, viejo, y un aroma floral de algún perfume de mujer. Me esfuerzo por ver. Quiero saber dónde estoy. Qué está pasando.
—¡Buenaas, dormilón! Pensaba que no querrías despertarte —menciona una voz cantarina de mujer que reconozco al instante. ¡Joder! No puede ser. Realmente estoy viviendo una pesadilla.
Las nauseas, palpitaciones, taquicardia y paladar seco y pastoso me hacen sentir pero. Pero esa voz... esa voz empeora todo.
—Me ha costado encontrarte. Y fíjate. Por fin volvemos a estar juntos.
Me pongo alerta. Trato de removerme. ¡Pero es que todo mi cuerpo pesa! ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
—¿No me has echado de menos? —pregunta con una dulzura molesta y escalofriante.
Busca besar mis labios. La esquivo como puedo, aún medio ciego. La pesadilla se está volviendo demasiado real. Esto es real. Está pasando.
—¡Vamos, cielo! ¡Soy tu chica! ¡Estela! —Un subidón de adrenalina estimula mi cuerpo sacando fuerzas de donde no tengo. Aclarando algo más mi visión. La tengo delante. ¡Tengo delante a la psicópata! Me ha encontrado...
Al revolverme noto que debo de estar atado al cabecero de hierro de una cama, porque la superficie de debajo de mi culo es mullida, aunque abultada. Es una cama de esas viejas. Ya la veo mejor. ¡Mierda!
Neblina se va disipando. Vale. Esto no tendría que estar pasando. Ya sé dónde estoy. En manos de quién estoy. Y no es nada bueno.
Reacciono a los desagradables estímulos.
—¡Hija de puta! ¡Suel... tame! —vocalizo como puedo, con la boca todavía medio adormecida. Con un hilo de voz. La resaca que siento me está matando. La muy hija de puta me ha drogado. Lo recuerdo todo borroso, como un medio sueño. Aunque ya me sitúo. Espera... Me drogaron en el puto salón del manga... Fue... No tengo tiempo para suposiciones. Necesito escapar.
—¡Suél... suéltame, cabrona! ¡Te odio!
Pone pucheros.
—Me estás decepcionando, caramelito —ronronea. Y me entran unas arcadas de asco. Suena repugnante cada una de sus cariñosas frases.
Voy a gritarle algo más. Me amordaza con cinta americana para que no lo haga.
—¡Ay! ¡Ya cállate! Me estás dando dolor de cabeza —sentencia, pegando bien el pedazo de cinta, sobre mis labios. Me besa por encima de ellos y me revuelvo. ¡Qué asco!
—Creo que ya he oído bastante. —Se frota la frente, apurada—. Logras que pierda mi buen humor, y mi paciencia.
Observo mejor la habitación. Solo tiene u esta cama, y algún que otro mueble más, viejo. En el techo y rincones hay humedades. La pintura de las paredes está completamente desconchada. Hay mucho polvo y suciedad. Debe de haberme llevado a uno de esos pisos viejos, cerrados, abandonados por el tiempo, de sabe Dios dónde.
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Déjame amarte (Borrador)
Teen FictionTristán toma rumbo a Madrid con la intención de huir de Soria; de su exnovia tóxica a la que denunció, y pidió una orden de alejamiento después de que lo acosara. Después de que lo hiciera pasar por todo un calvario, incluyendo una denuncia, con la...