Cap I - II

111 28 48
                                    

Con la fogata llameante, todo parecía más claro: los colores de la ropa, los matices en sus ojos e incluso los tonos de cabello. Alan llevaba una camisa blanca y unos pantalones beige, un tanto ajustados. Los demás vestían pijamas. Incluso Shannon lucía un conjunto de dos piezas, de color violeta, confeccionado en una tela muy suave.

Asimismo, todos tenían algún tipo de calzado, salvo Guinevere, cuyos pies evitaban tocar el suelo desde aquel asiento.

Hubo poca sorpresa en torno a lo sucedido, hasta el punto de normalizarlo, pero no ocurrió lo mismo ante el comportamiento de Lilith. Una vez que la mayoría se reunió alrededor de la fogata, Saraid inició la conversación.

—¡La chica es una psicópata! —exclamó sin preocuparse por estar a su lado—. Pudo quemarnos y no le importó. Además, es frustrante que ninguno de ustedes se interese por salir de este bosque.

Saraid increpó a cada niño que rodeaba la fogata. Hugh la observaba, y sin deseos de enfurecerla todavía más, opinó con cuidado:

—Creo que deberíamos despertarla. ¿Estará bien? Digo, todos somos parte del mismo equipo. —De piel clara, él reflejaba el sol de la costa en su apariencia.

Pero nadie se mostró interesado en algo así. ¿Equipo?, ¿bienestar?

—¿Qué equipo?, y ¿para qué? Ella solo sabe causar problemas —añadió Yann mientras se acomodaba el cabello—. Lo único lamentable es que no tengamos una cuerda. ¿Y tú, malhumorada? ¿Tienes alguna gran idea?

—¿Me hablas a mí, ricitos de oro? —replicó Saraid al instante con un tono provocativo hacia el niño más rubio.

Uno de los leños en la fogata chispeó con más fuerza.

—Oigan, es suficiente —dijo Shannon en un intento por calmar las cosas, pero sus palabras no ayudaron demasiado. Parecía que cada uno tenía una opinión distinta sobre cómo lidiar con Lilith.

Alan no hizo más que perderse mirando el cielo mientras algunos se quejaban. La tensión en el grupo era palpable, y todos quedaron agotados físicamente, por lo que bromear no era una opción en ese momento. En medio del monólogo de Yann sobre qué hacer, a Alan le pareció escuchar algo en lo profundo del bosque. Trepó sobre uno de los bloques para escudriñar entre las sombras, pero solo consiguió ver árboles, luciérnagas y más oscuridad.

—¿Qué sucede? —preguntó Hugh al observar su reacción.

—¿Oyeron eso? —añadió el niño del collar, ahora de pie sobre uno de los asientos. Yann se quejaba de fondo y se detuvo para responder.

—No es nada —exclamó—. Tal vez un animal, como un zorro o una de esas gallinas blancas. ¡Estamos en un estúpido bosque!, ¿recuerdan?

Movió los brazos para exponer su punto, giró sobre su propia sombra y el eco de su voz resonó entre las columnas.

—¿Te refieres a una... lechuza? —intervino Hugh con un gesto de incertidumbre, arrugando un poco la frente mientras Guinevere negaba con la cabeza en segundo plano.

Lilith parecía estar a punto de despertar justo cuando todos guardaron silencio. Alan fue el primero en percibir sus movimientos, quizás debido a su posición elevada que le ofrecía una mejor perspectiva. Se detuvo en seco, descendiendo con rapidez de la estructura donde estaba parado, y se aproximó a ella.

—¿Te encuentras bien? —preguntó mientras la sujetaba del hombro. A un lado de las llamas, el cabello de Alan adquiría un matiz dorado, y sus ojos castaños se tornaban igual de claros que la miel.

—Al menos podrían decir gracias —murmuró con la voz debilitada, pero que seguía cargada de sarcasmo. Había vuelto, aunque esa noticia no mejoró las cosas. Yann no esperó tanto para hablar.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora