Cap III - III

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En un punto opuesto a ese por donde Lilith salió, alguien más, aparte de los niños que tensaban las correas, observaba lo que sucedía: una montaña de rocas con al menos tres metros de altura, que cubría una luz resplandeciente que intentaba escapar a la superficie; una cuerda atada a uno de los dos obeliscos que se oponían bajo un montón de escombros, anclada a cuatro columnas a su alrededor, y cuatro niños exhaustos que tiraban de ella con todas sus fuerzas cuando otro yacía tendido a un lado. «Quieren moverla» pensó.

—¡Vamos, ayudemos! —gritó aquel muchacho de cabello rojo.

Guinevere y los demás se sorprendieron ante la orden que los hizo mirar enseguida en esa dirección, pero considerando la necesidad de descubrir el portal y con tanto en riesgo, incluyendo la vida de Hugh y Lilith, optaron por aceptar la ayuda sin oponer resistencia ni decir una sola palabra.

—¡Ya escucharon, a tirar de la cuerda! —ordenó otro niño de cabello largo y negro, recogido en una cola. Tras su intervención, se posicionó junto a ellos para brindar su apoyo en un esfuerzo conjunto.

La pregunta que invadía sus mentes: «¿Quiénes son?». Un grupo de niños había aparecido de la nada en las ruinas cuando la lluvia alcanzaba su punto máximo: las gotas que caían eran más gruesas y golpeaban con fuerza, el agua se templó tanto que el cambio de temperatura se sintió sobre la piel fría y en el suelo se formaban charcos de agua cristalina con piedras difíciles de esquivar a causa de lo deforme de su reflejo fantástico.

Los truenos resonaron con fuerza, haciendo eco en todo el valle. Daban la sensación de caer de forma predecible, ya que previo al impacto, la luz parecía romper con lentitud un cristal bajo las nubes.

Los niños lucían distintos tipos de vestimenta, desde pijamas hasta ropa casual. También parecían estar mejor organizados, obedeciendo órdenes al igual que un pelotón. Se colocaron junto a Yann y sostuvieron la correa, adaptándose al ritmo del tirón, y sin perder mucho tiempo, se unieron al coro de aquellos que buscaban quitar el obelisco de en medio para dar acceso al portal. Juntos tiraban de la cuerda, usando todo su egni en un intento desesperado por cambiar el curso de los eventos.

—¡No, no! —gritó Yann—. No se queden todos aquí, hay una niña afuera que necesita ayuda, su nombre es Lilith.

—Es cierto, está por allá —añadió Saraid, señalando con la cabeza la dirección por donde Lilith había salido minutos atrás.

—Entiendo, iré por ella —dijo el pelirrojo sin saber qué le esperaba. Jamás se unió al grupo que tiraba de la cuerda, se sentía invadido por la ansiedad y la preocupación mientras miraba hacia afuera de las ruinas, desde el lugar por donde él y su grupo habían entrado. De repente, un tronco voló por encima del portal, un árbol completo, con ramas y hojas, cuando de fondo se oían gritos de guerra—. ¡Manténganse firmes! —exclamó, después corrió en la dirección que indicó Saraid.

Lilith siempre mantuvo sus brazos apuntando hacia el trol frente a ella, el cual caminaba con cautela. Procuraba no acercarse demasiado a la niña, como si hubiera peleado otras veces contra otros usuarios. Ella sintió el mismo miedo que aquella vez en el bosque, cuando Alan desapareció, y su mente quedó aislada al recordar la imagen de la criatura blandiendo su arma. La gran ventaja de Krohn, y que al parecer desconocía, era que Lilith no podía invocar otra forma de magia que no fuera la del fuego, y bajo la intensa lluvia eso resultaba inútil en las cantidades que su egni le permitía.

El trol alzó ese pilar hasta su cara, y con ambas manos, lo dejó caer con una fuerza descomunal frente a Lilith. El suelo tembló y la niña, invadida por el miedo, se precipitó dejando ir su ataque hacia la roca. Krohn había usado el puntal en un falso movimiento.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora