Cap II - Nadie vendrá

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Fue curioso mirar cómo, una tras otra, se extinguieron todas esas luces, quedando apenas luz natural de luna. Llegaba desde lo alto, incapaz de permanecer quieta, y cual escena concebida a partir de las peores experiencias con el libro más oscuro, quedaría cubierta segundos más tarde.

Nubes cargadas de gris surcaban el cielo con alta constancia, sin dejar espacios claros lo bastante grandes como para mostrar zonas completas. Permitían a pocos hilos luminosos de disposición aleatoria moverse con dificultad: sobre escombros, rejas dobladas y el boscaje circundante, fijando el mayor diámetro posible en ellos, al hallado en un barril de cerveza.

La imprecisión reinaba un valle en medio del bosque asolado por el desastre, donde el sonido imperante era el soplar de la brisa a través de los escombros que cortaban al viento. La música, esa melodía tétrica nacida en las sombras, fue creada con duplicados del hierro deforme en el suelo, junto a las barras curvas de metal envejecido. Así se percibían cual flautas de pan, produciendo silbidos, todas ellas aptas para llamar a la distancia a cualquiera capaz de oír.

Un clima tan frío como la noche en el norte arropó a los huéspedes ocultos tras una mesa resistente en aquellas ruinas. De la misma forma que lo haría una manta, lo hizo. La mesa, el mismo acero sabe cuán fuerte, tan sólida como fijada al suelo, quedó escrito sobre ella cada golpe hasta agrietarse.

En la parte posterior, justo al fondo, se encontraban amontonados uno sobre otro; también ocultos y con la mente perdida, los que minutos antes discutían un plan de acción contra una amenaza que apenas se hizo evidente, excepto uno.

Algunos comenzaban a recobrar la conciencia. Habían estado casi tan adormecidos como Lilith aquella vez cuando fue llevada a la columna derribada. Tosían directo al suelo, ya hecho añicos, expulsando restos de polvo entre cada arrebato de aire. Otros permanecían tendidos en el gélido suelo, sin dar rastros de seguir con vida, aparte del simple hecho de haber quedado "inalcanzables" frente al asedio.

El nivel de desastre en magnitud era propio de un bombardeo con bloques de roca muy densa, capaces de permanecer intactos en su mayoría a pesar de haber sido arrojados a larga distancia. Solo comparable a un ataque preventivo, los siete jóvenes no tenían garantías de permanecer con vida.

Con cada segundo dejado atrás, se advertía el esfuerzo realizado por brazos y piernas. Los niños recuperaban la movilidad en medio de la confusión y, tratando de aparentar cordura, procuraban ir a gatas. Aquellos incapaces de moverse, luchaban por recuperar el aliento, quitándose de encima a los que todavía seguían dormidos.

Shannon había quedado inconsciente sobre Lilith, quien insistió con moverlo a un lado hasta conseguir liberarse. Cayó de costado, con la cara cubierta por el brazo.

Lilith pudo sentarse, buscando robar algo de aire, mientras el cuerpo inmóvil del niño aún estaba en contacto con el suyo. En su cabeza se repetía el recuerdo de cuando Shannon se lanzó sobre ella con la intención de protegerla. Aquella vez un resplandor se movía de un lado a otro, iluminando cada rincón. «Seguro fue obra de Alan», se preguntaba, entonces la invadió la imagen de que poco después todo se sumió en la oscuridad.

Lo más atrás que pudo ir en su mente, antes del resplandor, involucraba un potente golpe sobre la mesa. El impacto la dejó aturdida y después sintió cómo el sueño la invadía. Sus párpados pesaban cada vez más, en proporción a la cantidad de polvo que cubría su rostro; el mismo polvo que la llevó a dormir entre inhalaciones de un aire áspero y oscuro.

Yann despertó sobre Guinevere. Algunas rocas sujetaban sus pijamas, lo que hacía imposible moverse. Motivado por la desesperación, consiguió rasgar la bota de su conjunto y, a base de golpes, quitó otra ya rota que le igualaba en tamaño al estar tumbado. Cayó a un lado después de lastimar las costillas de la niña; tuvo que presionar con rudeza para impulsarse, y tras no escuchar quejas, sintió que algo así importó poco.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora