Cap VIII - III

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En una habitación rodeada por diversas columnas y con tres entradas, se encontraba un arco grabado con runas, uno de varios. Era muy similar al que se quedó en Annwn y por el cual los niños habían cruzado cuando llegó el momento. No obstante, ahora estaba apagado en su totalidad, al igual que los otros que lo rodeaban. Aquellos que habían recibido a los niños daban por completada su tarea y se preparaban para retirarse.

Las paredes de la habitación exhibían una textura áspera y rugosa, como si hubieran sido talladas en piedra y desgastadas por el paso de los años. En la parte superior de los muros, enredaderas de color marrón trepaban y se extendían, serpenteando entre las paredes y formando una maraña. Estas enredaderas se alargaban hacia los rincones de la habitación, creando un efecto visual intrigante y evocando la imagen de la naturaleza en su intento por recuperar el terreno que perdió con el transcurso de los años.

El suelo de la habitación estaba revestido con pequeñas losetas de piedra talladas a mano. El detalle en el diseño era evidente, ya que ninguna de ellas dejaba de encajar a la perfección con las otras, creando un patrón fluido en el suelo. Era un deleite para los curiosos observar cada detalle de este diseño bien cuidado, que invitaba a explorar el trabajo meticuloso invertido en su creación.

En medio del espacio se encontraba un círculo que ocupaba una tercera parte de la habitación. Este mostraba surcos grabados en su superficie de manera meticulosa, los cuales parecían brillar con un misterioso resplandor azul espectral, generado por la magia. A su alrededor, dispuestas con simetría, se encontraban tres rocas también grabadas, las cuales emanaban la misma energía azulada, contribuyendo a la atmósfera del lugar.

Así pues, en ella se respiraba el ocultismo relacionado con todo aquello que se evitaba contar. Las ventanas, pequeñas y distribuidas alrededor del círculo, estaban ubicadas sobre cada una de las tres entradas que conducían a la habitación. Su propósito parecía ser mostrar el paso del tiempo y el estado del día, aunque por ahora serían innecesarias, ya que en este lado del portal seguía siendo de noche.

Dentro de la cámara, envuelta en penumbra, había personas ocupadas moviendo objetos y preparando todo para un futuro cercano. El ambiente denotaba una rutina bien establecida, reflejada en el orden con el que estaban dispuestos los objetos en la habitación.

Una antigua mesa de roble, desgastada por el uso, albergaba a una mujer cuyo único propósito parecía ser el de escribir un libro que pronto estaría a punto de cerrarse. Junto a ella, otras tres personas se encontraban inmersas en sus propias tareas, completándolo todo antes de partir.

—¿El niño de sudadera negra fue el último en cruzar? —preguntó ella a uno de los acólitos frente a la mesa.

—Eso parece. El portal se detuvo hace unos minutos. Si todavía hubiera alguien al otro lado, es seguro que la elección se tomó —respondió el acólito mientras cerraba un cofre vacío en la mesa.

—En esta oportunidad, creo que las cosas se salieron de control... —comentó otro antes de ser interrumpido por el sonido de la tapa del libro al cerrarse y resonar en las paredes.

—De más de cuatrocientos aspirantes... —insistió el acólito que lo acompañaba, alejado de la mesa, mientras un cuarto acólito se acercaba sosteniendo una pequeña caja en sus manos.

—Casi sesenta nombres de siete portales que fueron habilitados para esta noche —intervino el recién llegado, completando la frase que el otro pretendía decir, mientras revelaba su rostro oculto bajo la capucha, aunque las sombras insistían con cubrirlo—. Es sin duda una pena, algo que nadie olvidará. Terminen pronto y diríjanse al gran salón. La ceremonia está por comenzar.

Dejó el cofre que traía sobre la mesa, el cual había estado lleno de trozos de papel a la llegada de Liam y que ahora estaba vacío. Luego, se dio la vuelta y se alejó de la mujer. Dirigió sus pasos hacia una de las entradas de la habitación, despojándose de su vestimenta ceremonial diseñada para cubrirlo de pies a cabeza.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora