Cap VI - El niño y el Yori

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Brígh contemplaba la oscuridad que le acompañaba mientras se escondía. Respiraba de forma silenciosa, evitando que su aliento la delatara. Recostada contra un árbol, mantenía su espalda protegida y vigilaba inquieta por encima de su hombro. Sin mucho que hacer, solo podía esperar; buscaba una oportunidad discreta para abandonar su refugio.

Muy cerca se escuchaban múltiples pisadas, aleatorias y disonantes entre sí. Era como un pelotón que corría de manera estrepitosa, pero sin sentido del ritmo y en completa oscuridad. Entre todo aquel caos en el área enmarcado por la palabra "negro", un gigante caminaba a sus anchas.

Aunque pretendía no ser escuchado, era otro sonido que ansiaba complementar a los ocasionados por la excursión. Brígh sabía que no se trataba de sus compañeros porque ella se había desplazado a la parte sur, donde se suponía que debía estar Khaleb.

Intentaba dar con las pisadas aleatorias mientras se encontraba en la parte este, su posición inicial, donde se desempeñaba como centinela. Fue allí donde estos sonidos se escucharon con más intensidad y por primera vez. Impulsada por la curiosidad, Brígh decidió seguir el ruido, y a medida que se alejaba de la formación, una sensación de temor comenzó a crecer dentro de ella. Le preocupaba el margen de riesgo; huyó muy rápido hacia la zona sur, esa donde al menos esperaba encontrar compañía.

Su sorpresa fue mayor: el suelo temblaba por cuestión de segundos en intervalos regulares, una sensación fugaz pero perceptible al contacto. Para su mala fortuna, el chico de los tirantes no estaba allí. Era habitual verlo moverse por esa zona, pues no esperaban que hubiera algo más, a pesar de las luces. Pero en vez de a Khaleb, encontró una gigantesca criatura camuflada con las sombras, caminando de forma que no fuera posible reconocer su tamaño.

El miedo se apoderó de Brígh mientras se recostaba al árbol donde había quedado atrapada. La imagen de los ojos del gigante se grabó en su mente, revelando su asombroso descubrimiento. «¿Un gigante? Debo avisar al resto. No, imposible», pensó con inquietud. Su pecho se agitaba repetidas veces por el cansancio y la adrenalina. Acomodó su bufanda alrededor de su boca para retener su aliento. «No podría llegar con Arthur, no hasta que esta criatura deje de mirar hacia acá. Necesito un espacio de tiempo pequeño, solo uno».

Asomó la cabeza con sumo cuidado alrededor del tronco y se percató de que la enorme bestia ya no estaba. Sin pensarlo dos veces, decidió correr en la dirección opuesta a donde la criatura había estado mirando. En su precipitación, no puso atención al momento de dar el giro y tropezó.

—Brígh, eres tú. —Escuchó de un murmullo.

—¿Khaleb? Casi me matas del susto —respondió ella entre susurros llenos de temor mientras ambos se ocultaban detrás del árbol—. Era gigante, inmenso...

Intentó continuar, pero Khaleb la interrumpió.

—Lo sé, lo sé... —añadió entre exhalaciones—. Debemos dirigirnos a la formación lo más rápido que podamos.

—Podría ser un trol, debemos ser cautelosos... No dejes que pueda rastrearte, cubre tu boca —aseveró tomando la camisa de Khaleb por el cuello para cubrirle parte de la cara—. No será suficiente, pero es mejor que no hacer nada.

—Eres buena en este tipo de situaciones, ¿verdad? —dijo sorprendido por la capacidad de Brígh para anticiparse a todo.

Ella sonrió.

—Años jugando con Ériu.

—Entiendo, tienen una gran imaginación.

—¿Listo? —preguntó ella, mirándolo a los ojos. Lo tenía justo en frente cuando ignoró gran parte de su comentario.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora