Un trabajo apresurado, así era vista aquella noche. El Hombre del Cuervo recorrió gran parte de un pasaje a las afueras de esas paredes; el cual daba al exterior de la torre por encima de la ciudadela, esa que estaba cubierta por una gran cueva que se expandía miles de metros a la redonda. Bajo ella, se podía apreciar el rastro de una caverna muy antigua que buscaba imitar al cielo.
El paisaje mostraba simulaciones de un río cuyo cauce desembocaba en un lago atravesado por un puente, poco después de nacer en los "pequeños" tramos de agua subterránea. Un camino marcado por los cascos de los caballos atravesaba en zigzag el verde de la planicie, dirigiéndose hacia una de las entradas. Asimismo, saludaba a distintas torres a lo largo del sendero: una más grande que otra, o a un fortín, sea el caso. Todas ellas descripciones de eso que adornaba la vista desde la perspectiva del seeker y que, por ser de noche, no dejaba más que la luz de alguna cabaña a lo lejos.
Un lugar ajeno a la comprensión cuya intención era ser coherente con la naturaleza, pero que intentaba justificar su existencia con cada árbol dejado al terreno por el azar o con cada río que emanara de las paredes. Algo imposible de ver a menos que fueras uno de los elegidos para caminar los dominios de Erebu.
El cuervo alzó el vuelo alrededor del seeker, trascendiendo los límites del sendero y posándose con delicadeza sobre su hombro. El joven adulto lucía una camisa negra desabotonada que dejaba entrever su pecho, mientras la hebilla de su pantalón asomaba por encima del abrigo. Su apariencia era sencilla pero llamativa: un abrigo de cuero sin adornos destacados y un cabello ondulado que caía sobre su rostro pálido.
Con cuidado, el seeker acercó su mano al pico del cuervo, recibiendo un graznido como respuesta. En ese instante, liberó el trozo de pergamino firmado por la escriba y lo guardó consigo mientras continuaba su caminata, llevando al ave en su hombro y disfrutando de la tranquilidad que ofrecía la brisa de la noche.
A pesar de estar hundido entre paredes, el castillo recibía la influencia del clima en el exterior, la tenue luz del cielo y el coro de aves nocturnas que habitaban en los alrededores. El seeker reflexionó sobre la curiosa idea de construir una estructura de tales proporciones bajo tierra. «¿A quién se le ocurrirán estas cosas?», se preguntó en sus pensamientos.
Se adentró en un pasaje externo que descendía por una pendiente, revelando al final un arco iluminado por antorchas que señalaban el acceso al castillo. A un lado se encontraba una silla de madera abandonada, que indicaba la presencia recurrente o vigilancia en ese acceso. Sin embargo, no había nadie junto a ella, solo una solitaria antorcha que ardía y el eco de los pasos que regían su caminar a lo largo de los muros.
La estructura del castillo era antigua pero robusta, evidenciada por sus paredes exteriores desgastadas por el paso del tiempo, con grietas y ladrillos deformados. Desde la distancia, el seeker podía contemplar la sección del complejo que había dejado atrás, incluyendo la habitación donde el niño Adler había hecho su impactante entrada.
«Las cosas que uno ve cuando se elige este camino, Anton», comentó para sí mismo con un susurro.
El techo de aquel recinto era puntiagudo y estaba cubierto con tejas de un tono azul oscuro, tal cual otro castillo de la Edad Media. Recordaba a las típicas torres utilizadas para encerrar princesas o como almacenes en tiempos de asedio, pero en este caso, en lugar de damiselas o cajas, albergaba portales. Aquella sala, conocida como la Sala de los Portales, era donde se conjuraban los viajes a las tierras de Annwvyn desde este castillo ubicado en algún lugar de Europa.
Continuó su camino en dirección a dicha entrada, con su mente llena de pensamientos y reflexiones. Entre todas las ideas que lo abrumaban, estaba su objetivo principal: escoltar el último nombre. Consideraba que ese único pedazo de papel no era la prioridad, no como para tener que dirigirse al gran salón y depositarlo en el cofre junto con los demás, no ahora. Decidió que sería mejor llevarlo consigo, al menos por el momento.
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Evermore: niños perdidos
FantasyJóvenes brujos, herederos de las antiguas castas del Egni, se encuentran reunidos de manera inesperada en un enigmático bosque, cuyas puertas solo se abren a quienes han alcanzado cierta edad. A medida que desentrañan sus conexiones ancestrales y do...