Cap VIII - II

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Mientras tanto, en las tierras de Annwn, Alan esquivó el golpe de Krohn al refugiarse bajo el marco del portal desactivado. Él no lo sabía entonces, pero el arco había demostrado ser bastante resistente en el pasado cuando el mismo Krohn levantó su arma para golpearlo. En esta ocasión, la estructura soportó el impacto con un estruendo ensordecedor que hizo temblar el suelo.

—Esto te enseñará... —dijo Alan inmerso en el aura que lo envolvía. Mantuvo sus dedos en el extremo de la mecha del explosivo, concentrando egni hasta que esta se encendió—. ¡Krohn!

Su grito sonó ahogado, como si estuviera siendo reprimido. Apenas tenía fuerzas para hablar.

El trol no era la excepción; también estaba agotado y frustrado porque el heredero se resistía a morir, y lo miraba con furia. Al verlo brillar de esa manera junto al cristal en su bolsillo, rugió sin querer acercarse. En ese momento, comenzó a tomar distancia con la columna apoyada en su hombro, mientras los cánticos de sus aliados continuaban llenando el aire.

El chispear de la mecha del explosivo era imposible de apagar por la lluvia, como si el efecto del egni alterara sus propiedades originales. Era el momento preciso en el que Alan comenzaba a caminar hacia la criatura, con el detonador del explosivo a poco menos de la mitad de su recorrido, visible en la oscuridad.

A pesar de que las condiciones parecían favorables para el niño desde el punto de vista de Krohn, el trol sabía que él era el líder de esas tierras. «¡Krohn!», rugió la criatura con fuerza mientras retrocedía, eligiendo ser cauteloso con el muchacho, ya que había demostrado ser diferente al resto. Krohn había tenido distintos encuentros con otros herederos, y era seguro que de mayor edad, pero este en particular había logrado alterarlo, llevándolo a retroceder. El trol era consciente del potencial que el niño poseía y no quería subestimarlo, menos frente a los suyos.

La criatura, con casi cinco metros de altura, observaba el artefacto en manos de Alan. En su mente, se preguntaba qué tipo de poder albergaba. Entretanto, su grupo continuaba con los cánticos en un intento por imponer su dominio sobre aquellas ruinas.

En un instante decisivo, cuando sentía que se le agotaban las fuerzas, Alan tomó impulso para arrojar el explosivo a la cara del trol. En ese momento, el resto de los troles gritaba «¡Bwyta bara nefol!», que significaba "Tragón del pan celestial" en lengua antigua. Pero al niño no le interesaba saber algo así.

El suelo tembló bajo las poderosas pisadas del círculo de troles, y el estruendo de sus clamores llenaba el aire. El cielo continuaba oscuro debido a las densas nubes y la intensa lluvia que caía sin cesar, creando un ambiente de caos y desafío. Todo formaba parte del canto que acompañaba al poderoso titán en su feroz pelea contra aquel a quien consideraba el líder de los herederos, Alan.

La lucha entre ambos era un enfrentamiento épico que resonaba en cada rincón de un paisaje desolado. «Beth ydw i ond trolio», exclamó Krohn, lleno de confianza por los cánticos que lo impulsaban a continuar cuando escogía lanzarse en busca del niño.

Alan había arrojado el artefacto con bastante fuerza, casi con una precisión milimétrica. Su objetivo era hacer que explotara justo en frente de las fauces del monstruo, sin darle ninguna oportunidad de esquivarlo. Con esta maniobra, el niño dejaba por sentado su destreza en este tipo de situaciones.

El explosivo estalló, arrancando la mitad del cuerno que sobresalía del lado derecho de la barbilla de Krohn. Esta inesperada pérdida lo enfureció aún más, observó impotente cómo una parte de sí mismo se desprendía. Aunque solo se trataba de un simple fuego artificial, el egni pareció desempeñar un papel importante en este episodio, o tal vez fue solo causa y efecto de los múltiples golpes que recibió en el rostro. No obstante, era innegable que esta batalla había dejado una marca permanente en él, una que todos podrían ver.

Evermore: niños perdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora