Chicos de fraternidad #2

Cap. 9

DESPUÉS DE QUE LUKE desapareció de mí vista, no volví a verlo esa noche ni en todo el día siguiente. Me apresuro a asistir a las últimas clases del semestre, con el ánimo cada vez más bajo ante la perspectiva de dos semanas solo.

Off se llevará a Gun a visitar a su familia, y Tay volará a casa, junto con todos los demás hermanos de la casa. Dado que mi puesto de perra de oficina es una práctica no remunerada, mamá y papá han acordado pagar mis cuotas de la fraternidad y la comida cada semana, y una vez cubiertas esas cosas, no queda mucho dinero para cosas como los vuelos para cruzar el país.

Mi beca es buena, pero no es una beca completa. Podría ser un tacleador izquierdo decente y tal vez podría aspirar a la NFL, pero el estilo de vida es demasiado inestable para mí. Lo mejor que puedo esperar es estar en el banquillo. Nunca seré uno de los grandes. No soy Shane Miller.

Es difícil, pero espero que estas prácticas merezcan la pena cuando termine la universidad.

Acabo de terminar de despedirme del último chico que sale por la puerta, y de lamentar no haber atrapado a Luke antes de que se fuera, cuando mi teléfono se ilumina en mi mano y el nombre de mi hermano menor llena la pantalla.

—¡Oye, malvavisco! —digo.

—Vete a la mierda, Robert.

—Ohh, llamándome por mi primer nombre. Alguien se siente sarcástico. Suspira.

—No puedo creer que no vuelvas a casa este año.

—Sí, yo tampoco.

Puedo decir por su silencio que está enfadado. Somos tan parecidos y a la vez completamente opuestos. Boss y yo nos parecemos mucho, salvo que él lleva gafas, y mientras yo siempre estoy sin afeitar, él mantiene su cara lisa. Nuestro parecido es sólo superficial. Él nunca se metió en el fútbol como yo, y yo nunca me metí en, sea cual sea la mierda de empollón que a él le guste.

—Si la familia es demasiado, vuelve a la escuela —le digo—. Al menos no está lejos para ti.

—Todavía hay cinco horas de viaje.

—Mejor que un vuelo de cinco horas.

—Cierto. —Hace una pausa.

Estoy acostumbrado a que Boss esté callado, pero esto es otra cosa.

—¿Todo bien?

Exhala una bocanada de aire.

—Te echo de menos.

—Sí, yo también. —Es dos años más joven que yo, así que siempre hemos estado muy unidos, lo cual es bueno, porque nuestros padres no entienden a Boss. Es divertido y sarcástico, pero su lado estudioso y tranquilo no encaja con nuestra ruidosa familia. Siempre he bromeado con que nunca le dejamos decir una palabra, así que no es que sea su culpa—. Oh, oye, ¿quieres escuchar algo divertido?

—Siempre. —El tono de melancolía que tenía desaparece.

—Besé a uno de mis hermanos de fraternidad. Hay un silencio y luego... una risa tranquila.

—¿Qué?

—Sí. Resulta que soy bi. Salvaje.

—Ni siquiera me sorprende.

—¿No? —Por alguna razón, eso me hace ridículamente feliz—. ¿Qué, he activado el gaydar o algo así?

—No. —Parece que está a punto de reírse de nuevo—. Probablemente lo contrario, pero ¿qué voy a saber yo? Me refiero a que lo dices como si fuera lo más normal del mundo.