Cap. 28

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SE SUPONE QUE mi cerebro es mi compañero de viaje. Mi hermano número uno. ¿En qué momento pensó que centrarse en Joss sería una buena idea? Juro que una mañana me desperté y de repente mi cerebro era todo él, él es el único.

Porque por supuesto que lo es.

Miro hacia abajo, donde está durmiendo profundamente, sabiendo que anoche podría haber sido un millón de veces peor. Si Tay no lo hubiera agarrado antes de saltar...

Mi enfado con él se dispara de nuevo, justo cuando deja escapar un patético gemido. Toda su cara se tuerce, y me apresuro a coger el cubo que he traído por si tiene que vomitar.

—Luke...

—Estoy aquí, grandulón.

—¿Qué ha pasado?

Seguro de que no va a vomitar, vuelvo a dejar el cubo en el suelo.

—Te has emborrachado.

—Aunque normalmente me emborracho. Esto no es una borrachera. Esto es... una tortura.

—Bueno, no me sorprende teniendo en cuenta que intentaste columpiarte de la araña. Mientras cantabas "Chandelier" de Sia.

Joss se encoge.

—¿Por qué soy tan tonto?

Su tono patético ayuda a que mi molestia desaparezca.

—Es parte de tu encanto.

—Lo siento. Maldita sea. Mi hígado ya se ha rendido, así que debo haber estado mal para que lo sienta.

Frunzo el ceño.

—Sé que a veces te sueltas un poco, pero lo de anoche fue salvaje, incluso para ti.

Y nunca he visto a un tipo tan grande hacer un mohín, pero eso es exactamente lo que hace.

—¿Me odias?

—Amigo, si los últimos tres años no lo han hecho, una noche no va a cambiar las cosas.

—Pero siempre estás hablando de lo pesado que soy y de que no te diviertes por ello, y luego voy yo y lo hago.

Tiene razón. Es irritante, y fue desconsiderado. Pero una cosa que sé de Joss es que se preocupa mucho por sus amigos, y desde que empezamos a salir, ha demostrado una y otra vez que se preocupa por mí, así que lo de anoche fue... bueno, beber y divertirse es él, pero emborracharse tanto que casi se desmaya no lo es.

—¿Por qué lo hiciste? —le pregunto.

En lugar de responder, cruza los brazos sobre su cara.

—¿Joss?

Nada.

—Si no empiezas a hablar, voy a tener que asumir que es porque me odias y querías hacerme la vida imposible.

Cuando se asoma a mí, me mira molesto.

—Sabes que no es así.

—Entonces...

—No quiero decirlo —murmura, escondiéndose de nuevo.

—Bueno, no sé, necesito algo. Porque quiero pensar que tuviste una razón, pero me estás haciendo muy difícil no ser un mierda contigo ahora mismo.

Resopla y se pone de frente, casi verde por el movimiento. Lo rodeo con el brazo y me acerco, porque aunque el muy idiota me molestó anoche, creo que su resaca es suficiente castigo.

—Me he asustado —acaba diciendo.

—¿De?

—De Grace.

Chicos de fraternidad #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora