Cap. 12

349 73 11
                                    


ME QUEDO en la cama más tiempo del previsto, con el estómago inundado de alcohol y nervios. Volver a besar a Joss fue un error... porque en realidad no me arrepiento. Quiero más. Quiero que su gran cuerpo me presione contra el sofá mientras controla nuestros besos y cualquier otra cosa que hagamos a continuación.

Sin embargo, no es sólo la resaca lo que me mantiene en la cama; es la confusión sobre lo que viene después. Joss dijo que quería más, mientras estuviéramos sobrios, pero luego nos quedamos hasta las dos de la madrugada jugando a videojuegos y asaltando las sobras de Navidad. Nos emborrachamos más y más, coqueteamos ridículamente, intercambiando miradas acaloradas, hasta que ambos nos fuimos a la cama.

Y ahora... bueno, uno de nosotros tiene que hacer un movimiento. No creo ni por un segundo que Joss haya cambiado de opinión porque una vez que se le mete algo en la cabeza, va a toda máquina. Como un tren de carga. Todo lo que puedo hacer es aguantar el viaje.

La pregunta es, ¿hace el movimiento o lo hago yo? Él ha sido quien ha impulsado esto entre nosotros cada vez, y aunque me encanta que tome el control cuando nos besamos, no quiero ser pasivo en esto. Hacer que se acerque a mí cada vez corre el riesgo de que piense que sólo lo estoy complaciendo cuando, honestamente, creo que estoy en esto tanto como él.

Besar a otro chico es caliente, y ahora sé a qué se refería con lo de la curiosidad por las pollas. Sin embargo, a diferencia de él, no necesito ver una para saber que me gusta. O... al menos la de Joss me gusta. La paja en la ducha del otro día, y luego sentirlo duro y necesitado encima de mí anoche, me excitó tanto como cualquier mujer con la que estuve. Tal vez más porque sabía que era él.

Sin embargo, la idea de intentar hacer esto con otro chico no es atractiva. Si Joss pusiera el freno y decidiera que tontear con un hermano de la fraternidad es una tontería, no creo que fuera a buscar a alguien más con quien intentar esto. Joss lo haría. Lo cual es... molesto.

Me gusta que podamos hacer esto juntos. Que podamos averiguar con cuánto nos sentimos cómodos y partir de ahí. Compartir algunas risas, algunos orgasmos, tal vez algunas cosas en nuestro culo, ver qué pasa.

Me caigo del lado de la cama y me golpeo contra el suelo con un golpe que resuena en mi cabeza. De acuerdo, así que tal vez nada de culos por hoy. O reírse, probablemente. Un largo gemido me abandona mientras me pongo en pie. Será mejor que acabe con esto. Ni siquiera sé si el gran hombre se ha despertado ya, y si me baso en el resto del descanso, probablemente se quede dormido hasta después de comer.

No puedo esperar tanto tiempo para enfrentarme a él. Mi polla está de acuerdo conmigo.

Como predije, no está despierto, así que me apresuro a tomar mi batido matutino, luego me doy una ducha rápida y me ocupo de la limpieza del hombre. Nunca se está demasiado preparado.

El puto grandulón me hace esperar hasta pasado el mediodía, y cuando oigo sus estruendosos pasos en la escalera, los nervios que se habían esfumado vuelven con fuerza.

—Buenos días —dice alegremente, pasando junto a mí mientras se dirige a la cocina.

—La mañana ya ha pasado —señalo. Desaparece, y yo intento resistirme a seguirle, pero lo siguiente que sé es que estoy de pie, yendo en su dirección—. Estás de buen humor.

—He dormido muy bien.

—Me he levantado con una resaca de cojones, y tú has bebido mucho más que yo.

—Sí, pero estoy acostumbrado a abusar de mi hígado. Ese imbécil me abandonó hace años.

Me río.

Chicos de fraternidad #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora