Cap. 27

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CUANDO LE DIJE a Luke que lo amaba, creo... creo que lo dije en serio.

No por el hermafollar, aunque fue jodidamente épico, sino por todo lo relacionado con él. Es sexy y seguro de sí mismo, me mantiene alerta y tiene unas visiones increíbles para el futuro. Incluso esa profunda responsabilidad que finge no existir, me encanta de todos modos. Es el equilibrio perfecto entre diversión y cautela, y maldita sea, no sabía lo sexy que podía ser eso.

Pero entonces le di una pista, mencioné que tal vez no regresaría a casa después de todo, y... nada.

Ni siquiera una apertura para que habláramos de más, e incluso cuando saqué el tema de la esposa y la habitación de invitados, estuvo de acuerdo.

Pensé que los besos y el hecho de que compartiera la cama conmigo podrían significar algo, y sin embargo... acabé con las pelotas azules por estar cerca de él, y con el corazón azul por nuestra conversación.

Estas dos últimas semanas ha sido más difícil actuar como si todo estuviera bien, pero creo que lo estoy consiguiendo.

Intento recordarme que debo mantener la perspectiva, que tener un sexo regular y maravilloso no es algo de lo que deba quejarme, pero es más difícil convencerme de ello cada vez que estamos juntos. Está conmigo la mayoría de las noches, aunque no tengamos sexo, y me estoy acostumbrando a tenerlo cerca y a saber que somos más que hermanos de fraternidad. Saber que a puerta cerrada puedo hacerlo mío.

Para la fiesta de esta noche, vamos a hacer dobles de alguien, y tengo el disfraz perfecto. Le he pedido prestados unos vaqueros a Rooster, que es casi tan grande como yo, lo que significa que estos cabrones se pegan a cada centímetro de mí. He cogido a escondidas una bufanda de la habitación de Luke e incluso he encontrado una peluca rubia que servirá. Luego, por si acaso no era del todo obvio, imprimí un formulario de registro de riesgos y me lo colgué al cuello.

Han pasado dos meses desde que la casa Sigma organizó una fiesta sin precedentes, algo inaudito en los años de la fraternidad, así que esta noche pienso recordarles a todos por qué somos la hostia por aquí.

Sólo que, cuando bajo para empezar a beber con mis hermanos, entro en la sala principal, donde la gente está jugando a los cubiletes, y en cuanto veo a Luke, me parto de risa.

—Pequeño listillo —me ahogo, mirando sus pantalones cargo y su riñonera.

—Como si pudieras hablar. ¿Qué me dices siempre? ¿Acaso te cabe una tarjeta de crédito en esos pantalones?

—Teniendo en cuenta que me costó meter las pelotas, voy a decir que no. Se inclina y baja la voz.

—Si te sirve de ayuda, esos pantalones son tan jodidamente calientes que me dan ganas de quitártelos.

—Le da un tirón a la bufanda.

—Y esa riñonera me hace querer ver tu trasero.

—Hombre. —Me empuja—. ¿Qué te pasa?

—¿Por qué me lo preguntas? ¿No eres tú el que tiene una lista? Murmura algo en voz baja y lo agarro con una llave de cabeza.

—Tú me quieres.

—Ni hablar, chico.

Aprieto el brazo.

—Me quieres. Dilo.

—Como un agujero en la cabeza.

—Oye, si te refieres al agujero de mi boca, eso es mucho amor.

Luke intenta derribarme, pero me mantengo firme.

Chicos de fraternidad #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora