Cap. 10

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LOS ÚLTIMOS DÍAS estando con él a solas han sido... interesantes. Pensé que besarnos, y luego quedarme ahí, escuchando cómo se masturbaba mientras apenas se podía ver más que un borrón de color carne, haría las cosas incómodas o tensas, pero Joss es Joss. Nada le afecta.

Yo también me alegro, porque no sé a dónde ir.

Es una sensación extraña tener la casa para nosotros solos. Él pasa mucho tiempo tejiendo mientras yo navego por las redes sociales o juego a los videojuegos. Estoy muy acostumbrado al ruido constante, incluso a altas horas de la noche, al movimiento de la gente que va y viene, a los coches que pasan por Phadul. Con todas las casas vacías, casi completamente, todo está tranquilo.

Demasiado tranquilo.

La línea que separa lo pacífico de lo aburrido es muy fina.

Termino de beber mi café, mirando la nieve limpia y sin tocar en nuestro jardín delantero antes de coger mi teléfono y llamar a casa.

Mamá contesta al primer timbre.

—Feliz Navidad, oh, hijo descarriado.

—Has estado esperando toda la semana para decir eso, ¿no?

—No tendría que decirlo si hubieras venido a casa —dice papá desde algún lugar al fondo.

—Están haciendo que me arrepienta de haberos llamado.

—Luke Voyage, muestra a tus padres algo de respeto.

—Cuidado, empiezas a sonar como la abuela. —Me río cuando finge un jadeo—. Debe ser un efecto secundario de envejecer.

—¿En qué me he equivocado contigo?

—¿Pensé que tenías una lista?

—Niños... —dice Papá en un tono familiar exasperado. Dejo las bromas.

—¿Estas bien allí? No es demasiado tarde para que conduzca durante el

día.

—Pensé que querías pasar tu última Navidad allí.

—Y quiero. —Bueno, con Joss, al menos. Pero de ninguna manera voy a

llevarlo a casa por el día, incluso si es sólo una hora de viaje—. Pero los echo de menos.

—Sabes que eres bienvenido a casa cuando sea —dice mamá—. Sólo avísame y te prepararé el almuerzo.

—Qué manera de hacerme sentir culpable. Es nuestra primera Navidad separados —admito.

—Sí, estamos sin supervisión —dice mamá—. No se sabe lo que podríamos estar haciendo.

—No necesito saberlo.

Se ríe.

—Te echo de menos.

—Yo también. Los llamaré más tarde, ¿de acuerdo?

—Está bien, cariño. Te queremos.

—Los quiero...

—Aunque no seamos tan importantes como para pasar las vacaciones...

—Mamá.

—No la escuches —dice papá.

—Gracias...

—Estoy seguro de que tenías tus razones para abandonarnos.

Suspiro.

—Ustedes dos son peores que mis hermanos de fraternidad.

Chicos de fraternidad #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora