24. No te rindas conmigo

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capitulo 26

—Oye pero cada vez está más tatuado, ¿no? —entorno los ojos mientras escucho a mi madre quejarse sobre los tatuajes de Ari.

—Pues el último que se hizo, fue en la espalda,

Mamá no había visto al Ari de hoy en día, ella solo conocía el cuerpo del Ari de hace tres años, y claro los tatuajes de aquel entonces, el Ari de el presente está casi tatuado por completo, mi madre se impresionó porque nos lo encontramos saliendo de los vestidores he iba con la playera por encima de los hombros, mi madre apartó la vista de inmediato e incluso se cubrió los ojos, pero yo solo le di un puñetazo suave sobre el abdomen desnudo. y desde entonces mi madre no ha dejado de hablar sobre porqué tiene tantos tatuajes. y solo me limito a responderle, con respuestas simples sin meterme mucho en polémica.

—Si te sirve, dice que ya no se hará más —digo dejando las bolsas sobre la isla de la cocina.

—¡¿Qué dirán sus padres?!

Me encojo de hombros —No lo sé, pero son bastante comprensivos así que... —dejo las últimas palabras correr en el aire.

Me siento en el taburete de la cocina moviendo las piernas de adelante hacia atrás mientras veo a mamá lavar los vegetales para la cena, su cabello alzado en una coleta, sus pantalones ajustados en la parte de las caderas y un poco más sueltos de los muslos hacia abajo, con esa camisa blanca translúcida que se le mira muy bien, me recuerda a la típica madre que sale en las películas antiguas muy estilo italiana, con las mangas arremangadas por arriba de las muñecas.

—Con una gorra te verías muy bien

—¿Que?—pregunta mamá girándose con los vegetales aún goteando en sus manos

—Que una gorra te quedaría muy guay, me mola tu todo eso —señalo su atuendo con mis manos —Pero con una gorra severa ufff.

Mamá me da una sonrisa avergonzada pero calidad, regresa su cuerpo hacia la misma posición en la que estaba antes, al igual que yo, tengo tantos recuerdos de cosas que han pasado en esta cocina, la vez que fui con Heracles a la bienvenida, o aquella vez que cocine pizza con Ari por primera vez, las galletas con Pammi, y la vez que Eros cocino para mi. no he sabido de eros desde aquella noche, desde entonces me ha dejado en paz, y tengo que admitir que me siento diferente, estos días me he sentido libre y relajada, no he sentido como la presencia de eros me absorbe y consume hasta la última gota de mi paz.

—¿Psique? —mamá me hace reaccionar agitando su mano delante de cara —Vez a cambiarte, ¿quieres ayudarme a hacer pasta?

Siento con la cabeza

—Y recógete el cabello, por favor —mamá tira de un mechón de mi cabello que se me resbaló por el hombro.

Entre cierro los ojos pero mamá se a dado la vuelta y a dejado de mirarme, arrastrando los pies, subo las escaleras, tranquilamente, mientras desabotono la camisa, hoy es mi día libre y lo tengo bastante merecidito, después de estar "enferma" merezco mi día, empujo la puerta con la espalda, las cortinas se olean y se mueven con bastante fuerza a pesar que el aire no esta tan agresivo, comienzo por sacarme los zapatos al igual que la camisa, cuando desvío la vista mis ojos ven un trozo de papel mal doblado justo debajo de la ventana, así me acerco hasta este tomándolo entre mis dedos lo desdoblo poco a poco apenas la primera letra se asoma, mi corazón se acelera, siento como los nervios entran en mi y como todo esa paz se esfuma, sumiéndome en desesperación, conforme mas desdoblo y mas veo la nota, mi corazón palpita con más fuerza.

A las 2:00 am en la fuente central.

Dejo caer el trozo de papel al suelo, y no puedo esperar a que sean las dos de la mañana.

A UN BESO me rindo ante tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora