Ash y Serena. Viaje

Ash.

Ya han pasado 6 años desde que me fui de casa, desde que empecé mi viaje para ser el mejor Maestro Pokémon. Sabía que no sería nada fácil y que me tomaría mucho tiempo. En estos 6 años solo he visto 2 regiones. Ni eso. Más adelante les explicaré.

Qué diablos estoy diciendo. Mejor vamos desde el inicio.

El despertador sonó. Me cambie mi ropa, desayune sin mi madre (seguía dormida), y me encamine al laboratorio del Profesor Oak. Cuando llegue, me recibió de la mejor manera. Era muy diferente a su nieto, el cual era un idiota total. Me llevo a donde me daría a mi Pokémon. Me comentó que ya habían llegado 2 entrenadores antes que yo, y que aún faltaba uno más en llegar aparte de mí. Me dijo que solo quedaba un Pokémon, ya que Squirtle y Bulbasaur fueron escogidos por sus respectivos dueños. Así que el Profesor Oak me dio la pokeball del tercer Pokémon, Charmander, junto con algunas pokeballs extras y mi Dexter (así le decimos los entrenadores a la Pokedex).

Así empezó mi aventura. Al principio tuve barios tropiezos, pero junto a mi leal amigo Charmander los superé todos los obstáculos que nos ponían enfrente. Conocí mucha gente, Pokémons, lugares...

Llegué a conseguir las 8 medallas de gimnasio, y decidí retar al fin al Alto Mando. Tarde 3 años en conseguirlas todas, lo cual era casi un récor, ya que la mayoría de los entrenadores se tardan de 7 a más años.

Ahí estaba yo, con mi confiable Squirtle, mi feroz Ivysaur, mi Rhydon imparable, Machamp con sus poderosos puños, mi leal Pidgeot, y, claro, mi mejor amigo, Charizard, todos listos para derrotar a la Elite 4.

No se me dio ninguna dificultad en derrotar a los supuestos 4 mejores entrenadores de Kanto. Ya podía saborear la victoria. Pero cuando Lance, líder del alto mando, fue vencido junto a su Dragonait por Rhydon, me confeso un imprevisto en mis planes: aun debía derrotar a un último entrenador, el actual campeón de la Liga Pokémon.

Grande fue mi sorpresa al verlo a él... a Gary Oak, nieto del Profesor Oak, con el cual llevo una rivalidad desde que tengo memoria. Pero yo sabía la verdad: no iba a caer, no ese día, no contra él y contra nadie. Y fue cuando cometí mi error. El pecado más grande de mi vida.

Estábamos empatados. Solo nos quedaba un Pokémon a cada uno. Mientras que yo sacaba a mi fiel inicial, el saco a su Blaistois. Mi amigo y yo lo dimos todo... ¡todo!... pero no fue suficiente para superar ese hidribomba final.

Charizard caía... al igual que mi sueño. Nunca estuve tan cerca y tan lejos a la vez de conseguir lo que durante 3 largos y duros años me costaron a mí y a mis Pokémon... para que luego nos lo arrebaten en un instante.

Y fue cuando no volví a ser el mismo. Mi Pokenab (un dispositivo para comunicarse) no deseche ni bien salí del Alto Mando. No volví a casa. Me aislé de todo y todos junto a mis Pokémon. Nos escondimos en el Bosque Verde, en un pequeño escondite que encontré en una de mis cruzadas. Por un tiempo no hacíamos nada más que entrenar. En eso se basaba mi vida, entrenamiento, día y noche, sin descanso alguno. Mis Pokémons, los cuales también sentían un gran dolor, no se quejaron ante mis estrictos métodos de trabajo. Luego tuvimos una nueva meta.

Oí los rumores de un Pokémon legendario que era muy poderoso. Su nombre: Moltres. Mis amigos y yo nos decidimos a encontrarlo y capturarlo. Con él en mi equipo, no habría nada que nos detuviera en alcanzar mi sueño. Nos tardó casi un año seguirle la pista, incluso con ayuda de Pidgeot, con el cual surcaba los cielos para encontrar al misterioso Pokémon. Un día, después de mucho tiempo, dimos con la ubicación de lo que parecía su guarida, el Monte Ascuas.

Claro... como lo deduje antes...

Partimos enseguida. Listos para la batalla más grande de nuestras vidas. Estaba listo. Me había preparado desde que di mi primer paso desde que salí de la Maseta Añil. Y cuando al fin tuve a mi objetivo frente a mí, fue donde me demostró de insignificante que era.