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(Vengo solamente a deciros que disfrutéis este capítulo mucho. A mí me ha arreglado el corazón de mil maneras diferentes, y recomiendo que lo leáis con la canción que adjunto. A partir de aquí, espero no romperos mucho el corazón, pero no prometo nada ;))

CAPÍTULO 10

Número veintitrés. La flor resplandeciente.

—¿Y qué forma tiene esa?

Ciro señala una de las nubes en el cielo y entrecierro los ojos dándole un poco de imaginación a mi cerebro.

—¿Una calavera? —digo confusa.

Mi hermano frunce el ceño y ma mira confuso.

—Yo veo un árbol, Lis—por su tono, sé que me está regañando—¿Por qué ves siempre algo malo?

—Porque me gusta el peligro—le guiño un ojo con una sonrisa, haciéndolo reír.

Estamos tirados en el suelo de madera junto al timón. He decidido tomarme el día libre mientras viajamos hacia el Sello de la muerte, porque allí tendré suficiente trabajo como para tener el placer de divertirme o descansar.

El capitán sube los escalones de madera y se acerca al timón para manejarlo mientras los demás recogen las velas. Hace demasiado viento como para dejarnos llevar por el aire frío. Lo miro mientras Ciro está ocupado con las nubes. No ha descansado en toda la mañana y desde mi discusión con Jano hace unas horas todo ha estado bastante incómodo por aquí.

Su expresión seria me hace incluso dudar sobre si la situación está bien. No nos hace caso ni a Ciro ni a mí mientras maneja el timón con gracia y agilidad. Se ha remangado la camisa y los músculos de sus brazos se tensan, haciendo que tenga que tragar saliva porque mi mente me recuerda la forma en la que me acarició anoche.

—Capitán—llamo su atención. No me mira, pero sé que me ha escuchado—¿Cómo va todo por ahí?

No responde.

Se limita a soltar un pequeño gruñido, alejarse del timón y empezar a bajar las escaleras. Frunzo el ceño, me levanto rápidamente y lo sigo.

—Ahora vuelvo, Ciro—comunico sin mirarlo—. Oye, Eilán.

Sigue ignorándome. ¿Qué demonios ocurre?

Me apresuro en llegar a su lado y rodear su muñeca con mi mano. Tengo la fuerza suficiente para hacer que me mire, o es que él está demasiado débil.

—¿Qué sucede? —le pregunto, mirándole directamente a los ojos.

Rehuye mi mirada.

—¿A qué te refieres? —inquiere—. Tengo muchas cosas que hacer, Lis.

Intenta alejarse de mí. ¿Lis? Incluso yo echo de menos el maldito apodo.

—Me estás ignorando y no has parado de hacer cosas desde esta mañana—no le suelto la mano ni aunque tire con fuerza—. ¿A qué hora te has levantado?

—No tiene importancia.

—Responde.

Eilán chasquea la lengua y sacude la cabeza.

—No te importa—escupe con molestia—. ¿Puedo irme ya? Yo sí tengo una tripulación a la que salvar.

Enarco una ceja. Se escapa de mi agarre pero soy más rápida y me pongo delante de él apoyando ambas manos en su pecho. Suspira cansado.

—¿Y ese humor de repente? —alzo la cabeza—. Eilán, ¿qué ocurre?

El capitán pone sus manos sobre las mías.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora