XI

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CAPÍTULO 11

En cuanto anochece y veo que la fiesta sigue en su máximo esplendor, voy hacia el camarote de Eilán para coger una de sus chaquetas porque el tiempo empieza a refrescar. La busco en su armario, escuchando que la puerta de su habitación vuelve a abrirse a cerrarse otra vez. Cuando saco la chaqueta oscura y miro hacia la puerta, el capitán me sorprende.

—¿Robándome ropa? —inquiero burlón.

Dejamos de beber ron hace horas, mientras los demás se atiborran de alcohol, queso, jamón y uvas. Pensamos que los capitanes debían estar más despejados por si había alguna emergencia y teníamos que actuar con rapidez.

—¿Me la dejas? —le pregunto divertida.

—Ya la has cogido—se encoge de hombros—. ¿Tienes mucho frío?

Da un paso hacia mí.

A decir verdad, en este momento el ambiente de la habitación se siente totalmente asfixiante.

—Si estoy cogiendo una chaqueta es por algo, ¿no crees?

Me echo hacia atrás mientras él se acerca a mí. Mi cadera choca con la madera de su escritorio y no puedo moverme, porque el capitán se ha adelantado y me ha acorralado apoyando ambas manos alrededor de mi cuerpo.

—No tengo suficiente alcohol para ser inteligente ahora.

Se me escapa una risa. Dejo la chaqueta apoyada a un lado de la mesa mientras lo veo sonreír. Mis manos empuñan la camisa de su cuello y es entonces cuando veo que sus ojos oscuros brillan en la oscuridad del camarote. Si no fuera por un par de velas y la luz de la luna entrando por la pequeña ventana, estaríamos totalmente a oscuras.

—¿Vas a besarme ya o vas a volver a decir cursiladas? —susurro inclinándome hacia sus labios.

Eilán se relame los suyos y puedo jurar que su lengua roza mis labios.

—Admite que te gustan mis cursiladas—sus manos no pueden resistirse y viajan hacia mí cintura.

De un suave empujón, su cuerpo se pega totalmente al mío y una corriente eléctrica viaja por todo mi cuerpo. Estamos a tan solo un roce de besarnos y, justo cuando creo que va a alejarse como la última vez, sus labios sellan los míos.

Una oleada de calor me invade el cuerpo, de pies a cabeza. Sus labios tardan unos segundos en empezar a moverse contra los míos, mientras sus dedos se meten por debajo de mi camisa acariciando mi cintura.

Por los Dioses.

Su sabor a ron mezclado con la uva hace que me estremezca y mis manos se deslicen desde su camisa hasta su cuello. En cuanto mi fría piel toca la suya cálida, jadea en mis labios. Creo que es el mejor sonido que he escuchado nunca. Vuelve a besarme con tranquilidad, sin tener prisa, pero lleno de deseo porque es algo que ambos estábamos esperando.

Una de sus manos se desliza por toda mi espalda mientras su lengua juega con la mía. Enrolla sus dedos en mi nuca, cortándome todo el aire que tenía en mis pulmones de golpe. La otra, tan traviesa como él, me sube a la mesa y me siento. Me abre las piernas y se coloca entre ellas para acercarse más a mí. Empieza a acariciar mi abdomen por debajo de la camisa consiguiendo que suspire en sus labios.

Cuando lo noto sonreír en mi boca, siento el deseo de querer tocarlo ahora mismo. Empiezo a desabrochar los botones de su camisa, sin despegar su boca de la mía en ningún momento, sintiéndome totalmente en otro mundo. Como si de repente sus besos, sus caricias, todo de él, fuera capaz de hacerme olvidar todo el desastre que me rodea.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora