XII

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CAPÍTULO 12

No he pegado ojo en toda la noche.

He sido la primera en levantarme y al ver el cálido día que se avecinaba he decidido izar velas. Poco a poco, algunos tripulantes empiezan a salir de sus camarotes y me saludan con ánimo para desayunar algo en la cubierta del barco.

Subo las escaleras para ir a la zona del timón y mirar a la deriva. Lo más seguro es que nos queden un par de días de viaje más, y se me está haciendo demasiado largo. Me recojo el pelo en un moño con el lazo que le he robado a Eira y cierro los ojos dejando que la cálida luz del sol invernal me acaricie la piel.

Por supuesto, la tranquilidad dura unos pocos minutos.

—Espero que estés lista para tus clases de magia.

La voz grave y gélida me hace confirmar que no es Eilán quién está detrás de mí.

—¿Clases de magia? —abro los ojos y me giro para encarar a Jano—¿Por qué yo no sabía nada de eso?

Me sorprende ver que no está vestido con su capa habitual. En su lugar, se ha puesto unos pantalones color beige y una camisa negra abotonada hasta arriba. Se ha remangado las mangas, dejando ver sus fuertes brazos bien entrenador y, como siempre, está descalzo.

—Porque Eilán acaba de obligarme a venir—me explica a regañadientes—. Y no me conviene llevarle la contraria al capitán. Puede ser muy tosco cuando se lo propone.

—¿Incluso con su mejor amigo?

—Incluso con la mujer que le vuelve loco.

Era una clara indirecta hacia mí. Si trata de decirme que Eilán es capaz de hacerme daño si no cumplo lo prometido, estoy con el agua hasta el cuello.

—No necesito que me des clase de magia—me encojo de hombros—. Me las apañaré.

Me doy la vuelta para seguir admirando el mar. Jano no se da por vencido, es una de sus cualidades y cuando se une con las ganas de molestarme incluso empeora.

—No era una pregunta, capitán—se pone a mi lado, mirando en la misma dirección que yo—. Si vamos a tener un núcleo de magia más, necesitamos que sepa lo que hace con su poder. No voy a dejar que estropees nuestros planes.

—No quiero destruir vuestro plan, Jano—apoyo los brazos en la baranda de madera—. ¿No se te ha ocurrido que no quiero estar más de un minuto contigo? No es que seas especialmente amable conmigo.

—Te repito que me da igual lo que quieras—insiste de mala manera—. Mínimo, quiero que entiendas lo que conlleva tener un poder así. No es fácil, y a veces incluso es doloroso, pero sabrás controlarlo si empiezas a comprenderlo.

Giro la cabeza hacia él. Me está mirando con seriedad. Supongo que ha dejado a un lado el rencor que siente hacia mí para empezar a darse cuenta de que la situación tampoco es fácil para mí.

Al menos es lo que cree.

La última vez que utilicé mi magia ni siquiera sabía lo que había salido de mis manos. Recuerdo quemar una de las muñecas de trapo de mi pequeña amiga en el colegio, y como me asusté tanto porque no entendía la gravedad del asunto, le dije que se me había caído a la hoguera de clase.

No volvió a hablarme desde entonces.

Y yo no volví a recordar ese momento hasta el día que derretí aquella roca que escondía el libro prohibido.

—Está bien—suelto un suspiro—. Empecemos con la clase.

—Bien.

Se aleja de la baranda y baja de la zona en la que estamos. Me apresuro en seguirlo hacia el pasillo de los camarotes y entramos, para mi poca sorpresa, en el de Eilán. Tengo asegurado que es el más grande de todos, contiene los libros que necesitamos, y estaremos en un lugar privado donde puede controlarme si salgo de control.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora