VIII

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CAPÍTULO 8

—¿Poder? —inquiero siguiendo a Jano, otra vez, desde que hemos llegado al barco. Él intenta seguir a su bola pero no puedo evitar preguntarle todo lo que se me pasa por la cabeza—. Yo no tengo nada de eso.

—Entonces—se gira sujetando un par de libros, perdiendo la poca paciencia que le queda—, ¿quién ha derretido la roca?

—¡Es evidente que tú! —exclamo haciendo ademanes exagerados con las manos—. Jano, es imposible que yo haya derretido una roca con mi mano.

El curandero suelta un suspiro mientras deja el montón de libros sobre una tabla de madera que han colocado en una esquina de la cubierta para hacer nuestra investigación sobre los reyes. Apoya la mano en ella, echando todo su peso encima.

—Amarilis, querida—sé que está tratando de hurgar en su espacio de paciencia para sacar toda la que necesita—. Tienes muchas preguntas y es lógico, pero yo tampoco entiendo lo que ha sucedido.

—¿Cómo sabéis que tengo este... poder? —pregunto—. Se os veía muy seguros.

—Saqué la conclusión cuando te conocí y sentí una especie de conexión contigo—rodea la tabla encarándome—. Soy fruto de dos núcleos mágicos, es decir, dos hechiceros que se casaron y decidieron tener hijos. Aún no sé con certeza si tus padres tenían algún tipo de interés o conexión con la magia, pero es posible que así fuera.

—Mis padres no eran hechiceros. —rebato confusa.

—Eso no lo sabes—enarca una ceja, se sienta en la silla de madera y abre uno de los libros—. Investigaré todo lo que pueda, pero es tu vida, Amarilis. No puedo hacer el trabajo por ti. Debes preguntarle a todos los familiares que puedas sobre tu pasado.

Jano tiene en cuenta que solo me quedan mis hermanos y que uno de ellos es demasiado pequeño como para saber de dónde vengo y qué soy. Alister es mi única salvación y creo que debo hablar con él cuanto antes para dejar a un lado mi verdadera duda.

—¿Y si mis padres no eran hechiceros? —vacilo al preguntar.

Jano sube la mirada hacia mis ojos. Incluso el duda de la respuesta.

—Siento decirte que no eran tus verdaderos padres.

Aunque esperaba esa respuesta, no quería escucharla en voz alta. Trago saliva y doy un paso hacia atrás. Todo me está consumiendo. Me siento abatida, sin fuerzas ni ganas. Se me ha venido encima una tormenta en mitad del mar, donde una ola se abalanza sobre mí dejándome sin barco, sin fuerza, sin vida.

¿Habrán sido mis padres capaces de esconderme durante casi toda mi vida con ellos quién soy realmente?

—¿Has encontrado algo?

Eilán se acerca desesperado a la mesa donde estamos y apoya el libro prohibido sobre ella con fuerza. Hemos descubierto que no podemos abrir el libro sin magia real. Aunque a decir verdad, yo ya estaba al tanto de aquello. Jano intenta buscar a qué se refieren con ese tipo de magia, ni siquiera yo sé exactamente cuál es, porque si hablamos del fallecido hechicero estamos realmente contra la espada y la pared.

Me encantaría quedarme con ellos y ayudar todo lo posible, pero no está en mis planes conseguir que abran ese libro.

Al menos, no aún.

Miro al capitán a mi lado. Lleva ignorándome desde que conseguimos el libro. Ni siquiera me ha mirado de vuelta al barco y se ha alejado de mí en cuanto hemos llegado. Me ha rechazado en todo momento, consiguiendo que en un simple chasquido de dedos desaparezca la poca confianza que empezaba a crecer entre nosotros. Supongo que no le ha parecido oportuno que le preguntara sobre él o su pasado, pero al notar cierta conexión creí que era el momento.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora