XIII

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CAPÍTULO 13

—¡Tierra!

En cuanto escucho la voz de uno de los tripulantes, el estómago me da un vuelco lleno de nervios. Jano ya está preparado en la proa del barco y ha creado una barrera de luz y protección que cubre el barco por completo. Quiero ayudarle, pero mi poder no llega a tanto, así que me limito a sostener a Ciro entre mis brazos con Eira a mi lado abrazándome por los hombros.

—¿Crees que todo irá bien? —me pregunta Eira, con algo de terror en sus ojos cristalinos.

—Quiero confiar en Jano. —murmuro.

La tripulación se mantiene en círculo alrededor de Jano por si necesita algo. Eilán está al mando del timón, siendo guiado por su mejor amigo hacia la puerta por la que debemos entrar si no queremos morir en el intento. Mi cabeza se gira para mirarlo. No se da cuenta de que lo hago, porque está demasiado concentrado en salvarnos la vida y lo agradezco.

Pero, joder, es aún más atractivo así.

Una de las olas enormes del Sello traspasa la barrera de Jano e inunda la cubierta del barco. Los hombres jadean, pero mantienen la calma. Le dejo a Ciro a Eira porque este sí es mi trabajo. Estiro ambas manos hacia la humedad que ha dejado el agua y la seco en un minuto.

Jano me da las gracias con la mirada.

Tenemos que agarrarnos cuando empezamos a girar porque las fuertes mareas están apunto de volcar el barco. Sin embargo, no he escogido bien el sitio. Otra de las enormes olas me golpea con tanta fuerza que me tira hacia atrás. Ruedo por el suelo del barco hasta el otro lado y, cuando quiero agarrarme, me doy cuenta de que estoy colgada de una de las cuerdas que adorna el barco de los Diamantinos.

—¡Amarilis! —reconozco el grito desesperado de mi mejor amiga.

Intento agarrarme con todas mis fuerzas a la cuerda pero la marea no hace más que tirar de mí hacia abajo. Me falta el aire, los ojos me escuecen y siento que me caigo.

—¡Eira, al timón! —grita una voz masculina que reconozco—¡Ahora!

No sé qué está ocurriendo, porque no logro ver nada. Sin embargo, segundos después que se me hacen malditamente eternos, logro ver una cuerda llegarme al lado. La cabeza de Eilán se asoma por el barco y me guiña uno de sus ojos. Puedo ver lo asustado que está, pero intenta mantenerse tranquilo para no empeorar la situación para mí.

—¡Agárrate! —grita por encima de los truenos que han empezado a sonar. Vacilo—. ¿Confías en mí, encanto?

Me robaría una sonrisa escucharlo, pero no me hace falta ni responder. Me agarro de la cuerda todo lo fuerte que puedo, mientras él y sus hombres tiran para subirme. Ha tenido que salvarme, otra vez, y aún así no me siento mal.

En cuanto llego a la baranda, me agarro y tiro para pasarla de un salto que Eilán me ayuda a dar. Desesperado, Eilán acuna mis mejillas entre sus manos y me mira el rostro. Estoy empapada y muerta de frío, pero no es momento de pararnos a preocuparnos.

—Ve al timón—murmuro con la respiración agitada—. Eira no es nada buena y terminaremos por volcar.

Aprieta los labios, debatiendo en su cabeza si hacerme caso o no. Menos mal que decide la afirmativa, porque no he mentido. Mi mejor amiga es buena en todo, menos en manejar el timón del barco. No quiero que por uno de mis despistes, todo se caiga por la borda. Más o menos como yo.

—Hablaremos después.

Acto seguido, se aleja de mí para subir a la parte alta y controlar el timón. Eira se queda ahí con ciro, sabe que es la zona más segura porque no llegan las olas. Jano me mira, comprueba que sigo viva, y vuelve a mirar hacia la gran puerta invisible. Al desplegar el manto de luz, Jano ha adivinado por dónde entrar, lo difícil es hacerlo sin morir.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora