Epílogo

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EPÍLOGO

La primera vez que imaginé verme de blanco no era una situación así.

De hecho, siempre quise casarme con alguien con quien de verdad me quisiera como hicieron mis padres adoptivos y ser feliz navegando por los mares del reino.

Como mis sueños son imposibles y yo pido demasiado para ser feliz, ha ocurrido totalmente lo contrario. Estaré la mayor parte de mi vida con alguien a quien detesto con todo mi corazón, encerrada en un gran castillo respirando el aire tóxico de la realeza.

Mientras estoy metida en la bañera de agua caliente que Roxy me ha preparado llena de sales y un maravilloso jabón con olor a cereza, Luna termina los adornos dorados de mi vestido de bodas. No puedo evitar sentirme algo más acompañada con ellas a mi lado, algo más completa.

—¿Te he dicho ya felicidades, Lis? —vuelve a mirarme Luna, desde mi cama.

He dejado abierta la puerta del baño porque así no me siento completamente sola.

—Muchas veces, Luna—le dedico una suave risa—. Ya me habéis felicitado las dos.

—Es un alivio—suspira, realmente aliviada.

Con la de cosas que han de tener en la cabeza ahora mismo, no me extraña que no recuerden algo tan insignificante como haberme deseado un feliz cumpleaños aunque será completamente lo contrario.

Llevo más de una semana sin recibir noticias de el barco de los Diamantinos, y por ende, no sé nada de Ciro. Dejé claro que deseaba que él estuviera en mi coronación porque quería volver a verlo y abrazarlo antes de que se alejara de mí por temor.

No le gustará nada en lo que pienso convertirme.

Tampoco sé nada de Eilán. Y en una semana ya extraño la calidez que desprendía al saber que estaba en el mismo espacio que yo.

Quizá esté enamorada. O eso dice Faddie.

Cierro los ojos para intentar relajarme sin tener que ver el vestido que tengo que enfundarme en unas horas mientras ellas preparan las joyas y los zapatos. Roxy está buscando el maquillaje perfecto para la sombra de ojos, porque tiene claro que debería pintarme los labios de rojo vino.

La tranquilidad dura cinco minutos escasos, porque alguien aporrea la puerta de mis aposentos con tanta fuerza que me sobresalto en la bañera. Roxy da un gritito y Luna frunce el ceño caminando hacia la puerta para ver de quién se trata.

—No puedes entrar ahora—oigo la voz de Luna.

—Tengo que hacerlo.

Faddie.

—Déjalo pasar, Luna.

Me acomodo en la bañera con cuidado de no dejar al descubierto nada de mi cuerpo a partir de mi pecho. Faddie, despeinado y con unas vestimentas muy poco dignas de él, entra en el baño con un trozo de periódico en la mano, ya muy arrugado y la respiración agitada.

Hundo el ceño viendo la palidez de su piel.

—¿Qué demonios ha ocurrido para que te tenga así?

Juego un poco con la espuma sin apartar mi mirada de él.

—Es el barco... —coge una bocanada de aire pero con eso ya ha llamado mi atención—. El barco de los Diamantinos, Amarilis... Se ha hundido.

El corazón me deja de latir. No. Es imposible. Eilán jamás dejaría que su barco se hundiera. Y si lo hiciera, estoy segura de que él se ataría a una de sus maderas porque no se iría a ningún lugar sin su barco.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora