XIX

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(Breve inciso de nuevo. Mientras escribía este capítulo tenía en bucle la canción que he adjuntado arriba. Y cuando digo en bucle es que no paré de escucharla hasta terminar llorando. Os recomiendo que la escuchéis si queréis sufrir un poquito más jiji. Besos y que os guste mucho)

CAPÍTULO 19

Dejo de respirar.

Ni siquiera puedo parpadear.

Eira, o mejor dicho, Dalia Dankworth, camina hacia el pequeño trono de terciopelo rojo junto a Zigor. Este la mira con una sonrisa forzada, tratando de hacer parecer que a pesar de todo lo que hace a sus espaldas, la quiere.

Está tan preciosa. Tiene un vestido blanco que le arrastra cuando camina, con un cuello alto hasta la mandíbula y lleno de tonos dorados que resaltan sus labios del mismo color. Sobre su cabeza descansa una corona parecida a la de Zigor, solo que esta solo son plumas doradas. Los invitados aplauden y vitorean la entrada triunfal de la querida reina y yo me siento tan ahogada que solo necesito salir de aquí.

—Tengo que salir—susurro sin aliento.

—¿Qué? —Faddie frunce el ceño hacia mí. Aún así, ya me estoy alejando lo suficiente de él—Amarilis.

Me llama, pero no me sigue. Sospecha que necesito tiempo a solas. Aprovecho que el pasillo está vacío y casi totalmente oscuro para apoyar mi espalda en la pared y dejarme deslizar mientras intento respirar con normalidad. Estoy tan agitada que por muchas bocanadas de aire que tome ninguna de ellas me llega a los pulmones. Las lágrimas se agolpan en mis ojos cuando mi mente repite la imagen de la que creí que había sido mi mejor amiga durante tantos años.

¿Por qué?

Solo quiero gritar. Quiero apagar mis sentimientos y evitar que nada más me duela. No puedo más. Me encojo en mi sitio con las manos entrelazadas sobre mi pecho y la frente apoyada en mis rodillas. Lo único que se escucha además del lejano ruido de la fiesta, es mi respiración y los latidos de mi corazón. El pecho me sube y me baja con rapidez intentando desesperado recuperar algo de oxígeno para intentar relajarme. No lo consigo.

—Amarilis.

Una voz que reconozco hace que me tense. Se acerca a mí y cuando levanto la cabeza, mis ojos se conectan con los suyos oscuros. Me noto las mejillas totalmente húmedas y aunque muevo las manos para eliminarlas en cuanto lo veo frente a mí, no me lo permite. Atrapa mis manos y entrelaza nuestros dedos.

—Respira conmigo—susurra de rodillas frente a mí. Empieza a respirar hondo y yo intento seguirle, pero la imagen sigue en mi cabeza—. Lo estás haciendo muy bien. Eres muy valiente, Amarilis. Vamos, respira conmigo.

Trago saliva y me muerdo el labio inferior con fuerza, intentando con todas mis fuerzas recuperar el aliento y dejar de temblar.

¿Cómo puede una mirada tan oscura y adolorida darme la paz que necesito en este momento?

Mi mirada se vuelve borrosa aunque mis pulmones empiezan a llenarse de aire agradecidos. En cuanto Eilán se da cuenta de que he mejorado mi respiración, me pasa una mano por detrás de la cabeza y consigue que apoye mi frente en su hombro. No dice nada más, solo escucho su respiración contra mi pelo y mis leves sollozos.

—Es ella, Eilán—susurro segundos después—. Es Eira.

—Lo sé—responde en el mismo tono—. Lo sé, encanto.

Rodeo su espalda con mis brazos y cojo su chaqueta negra en dos puños con fuerza. Tengo tanto miedo que solo necesito saber que hay alguien que sí ha notado mi presencia sin que me hiciera falta gritar. Eilán ha venido a por mí porque ha imaginado que la noticia de que la que creí que fue mi mejor amiga, es la reina, no debe de haber sido muy buena para mí.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora