La luz que no se ve

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La luz que no se ve es la que nos lleva a dar ese primer salto. Es la apuesta a la confianza, a caminar entre las sombras de la duda. La luz que no se ve es la que llevamos dentro, la más difícil de controlar y hallar. Hay que buscar dentro de uno mismo, con rigurosidad y paciencia, porque no se forja de un instante a otro. No es un encendedor que se prende así no más. Es una llama que brota o surge porque se nutre de la vida y del amor propio. Esos dos componentes son necesarios para activar el mecanismo.

La luz que sí se ve puede enceguecer. Y eso ocurre a menudo. Buscamos la intensidad de la luz fuera de nosotros mismos, en los demás, pero es la luz que no se ve la más poderosa de todas, la que llevamos prendida a nuestro espíritu. Cuando la luz que no se ve vive, contagia e invade, nos volvemos la luz que otros ven, que arropa; que otros intentan imitar.

La luz que no se ve es como el fuego que arde sin quemar, pero voraz e intensa. Es un poder que hay dentro de cada ser, una facultad natural, un don, la huella más significativa de que el universo se expande a tu favor.

Cree. Ten fe. Hay un Dios, sin importar tu creencia, que mantiene la luz en su punto más alto, para guiarte.

La luzque no se ve, aunque no lo creas, está dentro de ti. ¡Actívala! Tú decides.Solo tú puedes encender esa cerilla capaz de incendiar el universo.

CUANDO AMAR ES UN FASTIDIO (Y otros asuntos del presente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora