Amores idealizados

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Si hay algo que está mal, es idealizar un amor (lo que equivale a decir a una persona, una mascota, una creencia, una cosa u objeto).

Para la Psicología, la idealización es un mecanismo psíquico donde las personas, animales o cosas son vistas como de otro mundo, insuperables, inequívocas. La idealización es una fijación que termina por tornarse perversa y dañina, porque cuando comprendemos que estábamos bajo el efecto narcótico de una idealización, el estrépito del derrumbamiento es atroz. El cuerpo y el espíritu quedan como si hubiesen perdido una gran batalla.

No es bueno idealizar. Nadie es perfecto ni tiene la grandeza de Dios. Sin embargo, es algo que en algunas ocasiones no podemos evitar, sobre todo cuando alguien o algo nos deslumbra por su belleza o forma de ser, y nos convencemos de que todo está bien, de que no hay nada malo en ello, hasta el punto de entrar en discusiones y enojos cuando nos dicen lo contrario.

Vemos a la otra persona como si la flecha de Cupido nos hubiese cegado o dañado la neurona de la comprensión o de la razón. No encontramos nada malo en él o ella, y ante cualquier eventualidad, hay una justificación, algo que le reste importancia al hecho o al acto. Y de justificación en justificación terminamos metidos de lleno en un pozo de sufrimiento. Cuando abrimos los ojos (muy a menudo sucede), es algo tarde ya; incluso para recomponernos, de seguro, vamos a necesitar de algún tiempo, de acudir a la complicidad de la almohada, de ahogarnos en llanto.

Por eso, ¡no idealices!

Las personas son predecibles y puedes determinar, más temprano que tarde, si ella o él tienen las suficientes cualidades, actitudes y aptitudes para abrirles nuestro corazón, pero sin perder la razón.

El norte es el norte, nunca confundas la brújula que hay en ti. Idealizar el amor nos lleva a desilusiones. El amor real es imperfecto, lleno de altibajos. Aceptar y amar esas imperfecciones nos permite tener relaciones más auténticas y satisfactorias.

Quien idealiza vivirá confundido o confundida, justificando todo, excusándose, llenándose de pretextos para seguir ahí, al lado de quien nos hace daño.

La cuestión es que tú también terminas haciéndole daño a él o ella. ¿No te lo has preguntado? Sí. El daño es para ambos. Y esa es la trampa en que se cae.

Un buen amor te recordará todos los días la importancia de hacer la diferencia. Un buen amor se manifiesta en cada acto, con una fluidez que incendia el corazón. Como dice el psicólogo Walter Riso (2018), en un buen amor, sano, construido "no cabe la resignación ni el martirio, y si tienes que anularte o destruirte para que tu pareja sea feliz, estás con la persona equivocada".

¡No permitas que por idealizar a alguien llegues a la anulación de tu autonomía! ¡No permitas que nadie te invalide emocionalmente, en el sentido de ocultar tu malestar solo para evitar el juicio o reproche de él o ella!

Esa represión, esa descalificación emocional, no debes permitirla. Y esto empieza cuando dejas de idealizar.

CUANDO AMAR ES UN FASTIDIO (Y otros asuntos del presente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora