Elizabeth:
Mi hijo, mi bebé quiere nacer ya, en eso es en lo único que logro pensar.
- ¡Oh dios, este dolor es insoportable! - dije en un grito ahogado.
- Hermana, tranquila... Todo estará bien - decía Marian con manos temblorosas.
- ¿Qué sucede? - dijo Stefan.
- Ya viene - dijo Marian sin apartarse de mi lado.
- ¿Quién viene? - preguntó Christian con el ceño fruncido.
- ¡¡Tu hijo!! ¡¡¡Imbécil!!! - grité, en serio no era el momento de que se pusiera tonto.
- Chicos ayúdenla - gritó Marian.
- Ok, cuando vuelva la próxima contracción puja, ¿entendiste? - dijo Stefan.
- Está bien. - respondí y ví que su mirada se posó en las sábanas manchadas de sangre, entonces sus ojos se tornaron rojo intenso y se abalanzó sobre mí, justo antes de que me mordiera Christian reaccionó y lo sacó a empujones de la habitación.
- ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? - dijo Marian desorientada.
- ¿Me preguntas a mí? ¿Yo que sé? - dije, el dolor volvió e hice lo que me indicó Stefan.
- ¿Acaso no estudias medicina? - preguntó.
- Marian necesito que mires cómo está posicionado el bebé y si no tiene obstáculos para salir. - dije sofocada.
Marian se acomodó frente a mí y me levantó el vestido hasta mis rodillas flexionadas.
- Creo que está bien. Su cabeza ya casi está afuera.
- Bien cuando salga completa, sujetala, pero no la jales ¿ok? Lo demás lo haré yo. - dije y justo detrás de mis palabras venía otra contracción, grité y pujé con fuerza.
- Ya está casi afuera, sólo una vez más - me animó mi hermana.
De pronto llegó otra contracción y pujé con todas mis fuerzas, en unos segundos el llanto del bebé inundó la habitación y al abrir los ojos, ví a Marian con mi hijo en brazos cubierto de sangre.
- Es varón - me dijo con una sonrisa cortándole el cordón umbilical con unas tijeras que estaban encima de la gran cómoda y me lo entregó. Al cogerlo en brazos, tomé una de las muchas sábanas que me rodeaban y le quité la sangre delicadamente del pequeño rostro. Cuando abrió los ojos, dos grandes y angulosas estrellas azules con betas grisáceas me miraron inocentemente, era precioso, un niño precioso. Se parecía más a Christian pero tenía cosas mías, su pelo, el color de sus ojos y su nariz eran iguales que las de su papá, lo que en versión miniatura, sin embargo, no tenía los ojos tan achinados, sino que su forma era parecida a la de los míos, su pequeña boca era igual que la mía y su tez era trigueña, es decir, no tan pálida como la de su padre pero tampoco morena como la de su madre.
- Mi pequeñito... - dije depositando un suave beso en su diminuta frente. - Te voy a querer siempre. - al decir esto se lo dí a Marian... De repente me sentía muy cansada, tanto que me recosté con un suspiro.
- Elizabeth... ¿Qué te sucede? - preguntó Marian con el ceño fruncido depositando a Christian miniatura en la cuna cuidadosamente.
Estaba muy débil, había perdido mucha sangre, no me quedaban fuerzas para hablar siquiera.
- Elizabeth...- dijo Marian sentándose a mi lado y acariciándome el cabello. - Elizabeth, hermanita, respóndeme, por favor.
Yo sólo quería dormir, cerrar los ojos unos minutos...para recuperarme, sentía los párpados pesados y cerré los ojos casi involuntariamente. Me quedé sumida en la oscuridad, me dolía todo el cuerpo, el niño cuando se posicionaba para salir, me rompió unas cuantas cotillas con uno de sus pies y creo que varios pedazos de estas me desgarraron los órganos cercanos al vientre incluido este último. De momento, la voz de Christian apareció en mi mente.
- No te duermas...- decía con voz sedosa. - No lo hagas por favor, no me dejes... - será tonto, sólo voy a dormir un poco, no voy a ir a ninguna parte, los amo, a mi Christian grande y a mi Christian miniatura.
Podía escuchar la voz de Marian, sin embargo, no entendía lo que decía, mi mente empezó a quedarse en blanco y no sentía nada, era como si estuviera abandonando mi propio cuerpo.
Sin previo aviso, alguien me levantó bruscamente y sentí que apoyaban mi torso a algo helado, parecía un témpano de hielo, sin embargo, tenía su olor, no era hielo era Christian, la versión grande, mi cruel y malvado vampirito. Segundos más tarde, algo me mordió, sentí que me dejaban más débil de lo que estaba, pero después sentí un líquido recorrer mi garganta, era reconfortante y cálido. A medida que lo tragaba me iba sintiendo extraña y era como si me estuviera regenerando. Cuando el líquido cesó, me seguí sintiendo rara, todos los traumas sufridos por mi cuerpo durante el embarazo y el parto se iban como que reparando y cuando al fin cesó el cambio, pude dormir tranquilamente.
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Inmortal love (Completo)
VampirePrólogo El mundo está lleno de cosas maravillosas, es nuestra decisión dejarlas ir o descubrirlas y conocerlas para matar la curiosidad. El sentido de la aventura es innato, nace con nosotros y nos dice que apostemos al destino a la primera oportuni...