Elizabeth:
Mi sueño era inquieto, todos no paraban de llorar a mi alrededor, Christian alzó a nuestro bebé de la cuna y le rompió el frágil cuello, yo quería gritar, levantarme y golpearlo con todas mis fuerzas pero estaba inmóvil y tenía la boca sellada. Nadie se dió cuenta del asesinato, sólo yo. Marian lloraba desconsolada y estaba manchada de sangre por todos lados, Stefan se limitaba a mirarla impasible y a mirarme a mí para bajar la cabeza en gesto de pesar. De pronto me dí cuenta, me lloraban a mí, pero yo no estaba muerta... No, esto no puede estar pasando, yo no estoy muerta... Christian, mi bebé, Marian...de repente todo se volvió borroso y una claridad impertinente molestaba mis ojos cerrados.
Cuando los abrí, me llevé una sorpresa, me incorporé en la cama para poder ver mejor, la habitación donde dormía desde que Christian me trajo aquí, estaba destruida completamente. El sol se filtraba a través de las cortinas corridas del balcón y lo único que quedaba en pie en el gran cuarto era la cama con dosel en la que estaba acostada, el espejo de la cómoda estaba hecho añicos junto con todo lo que había encima de ella.
Me levanté, Christian no estaba ahí, yo me sentía rara, más fuerte... Quería ver mi aspecto, seguramente parecería una muerta viva, después de un parto difícil, llena de sudor, despeinada, pálida, con los labios secos y manchada de sangre, sacada directamente de una película de terror. Al mirarme en el espejo que hacía de pared en el baño, no podía creerlo, mi rostro, mi cuerpo todo estaba igual y diferente a la vez.
Mis ojos eran un poco más claros de lo normal, mis labios estaban lisos, llenos y más delineados, mi cabello ondulado tenía un brillo espectacular, estaba sedoso y su color castaño rojizo oscuro y con betas negras estaba más acentuado. Mi piel no era pálida, tenía el color más bonito que podría adquirir. Aún no lo podía creer, estaba hecha una belleza.
Mi siguiente pensamiento fue para mi hijo, ¿dónde está mi bebé? Fui al armario y me sorprendió mi rapidez, me vestí, por suerte había cambiado el guardarropa, ya no todo eran vestidos transparentes, habían vestidos de gala, medievales y ropa normal, me puse unas bragas de encaje negras con un sujetador a juego, y un vestido negro de lana, dejé mi cabello suelto y fui en busca de mi bebé. Lo busqué por todo el castillo, por fin dí con él en la habitación de Marian... Al oírlo llorar, toqué y entré, Marian estaba desesperada tratando de calmarlo.- Dámelo - dije caminando en su dirección.
- ¿Elizabeth? No puede ser..., tú estás muerta. - dijo Marian con los ojos muy abiertos.
- No estoy muerta... - dije con un mohín y enarqué una ceja. - ¿Me podrías dar a mi hijo? - dije extendiendo los brazos.
- ¿En serio eres tú? - me miró con desconfianza.
- Sí, ahora dame a mi bebé - dije con calma aunque me molestaba su desconfianza, no sé que me pasa, de repente estoy furiosa.
Ella se hizo a un lado y yo corrí hacia la cuna, cuando miré dentro, una criaturita preciosa me miró a los ojos, lo tomé en brazos y fijó sus ojos azules con betas grisáceas en los míos cesando el llanto y dedicándome una sonrisa desdentada preciosa.
- Mi niño - dije y lo besé en la frente.
- No es posible...¿cómo? - empezó a decir Marian.
- Christian me convirtió, yo aún no estaba muerta, pero cerré los ojos por cansancio. Seguramente después morí y hoy me desperté como vampira. - dije sin apartar la mirada de mi bebé.
Lo acuné en mis brazos hasta que se durmió. Cuando lo deposité delicadamente en la cuna, miré a mi hermana la cual corrió a abrazarme.- No sabes que tan asustada y triste estaba... Pensé que estabas muerta. - dijo entre sollozos.
- ¿Cómo vas a decir eso? Mala hierba nunca muere. No llores, además pensabas que ese imbécil funesto me iba a dejar morir así sin más. - dije con una sonrisa devolviéndole el abrazo.
- Estás diferente, más bella, más fuerte y tu piel mucho más fría. - dijo en broma.
- Lo sé, pero, tú también estás diferente... No sé cómo explicarlo, tienes un brillo diferente en los ojos. - dije mirándola, era cierto, tenía una diferencia casi imperceptible, pero ahí estaba con toda seguridad.
De repente, unos gritos agudos y el ruido estridente de cosas rompiéndose interrumpió nuestra conversación.- ¿Ese es Christian? - dije con el ceño fruncido.
- El mismo, desde que....bueno, desde que moriste no ha querido salir de la habitación a nada, ni siquiera a alimentarse. - dijo Marian con gesto de pesar.
- ¿Ni siquiera para ver a su hijo? - dije horrorizada.
- Elizabeth...- Podía percibir la incomodidad de Marian. - Christian... Odia a su hijo, dice que es el monstruo que te mató y cuando se lo enseñé no lo quiso ver, dijo que el bebé no era nada suyo y que lo quitara de su vista si no quería que lo matara.
Al oír esto mi ira ascendió quinientos grados. Al parecer mis ojos se tornaron rojos porque Marian me miró preocupada.- Hermana, entiendelo, estaba dolido por tu...- empezó a decir.
- Cuida al niño por mí un momento, después vengo a llevármelo. - dije interrumpiéndola y salí como un rayo de la habitación.
Al llegar al cuarto abrí la puerta sin llamar, me encontré el dormitorio más destruido de lo que estaba cuando salí de allí, la cama estaba hecha pedazos, y ya no quedaba nada en pie.
- ¡Christian ¿qué demonios crees que haces?! - grité furiosa.
Él, que estaba arrodillado, se levantó a una velocidad inhumana, girando para mirarme, cuando estuvo de frente a mí, ví que sus ojos eran color rojo fuego, y al verme su mirada cambio volviendo a la pacífica tranquilidad del bello azul original.
- ¿Elizabeth? - dijo con voz ronca, parecía mucho mayor que la última vez que le ví, estaba más pálido aún, con pozos negros debajo de los ojos, su sedoso cabello estaba seco y sin brillo y estaba muy delgado, como si no hubiera comido durante meses.
Al verlo así, todo el enojo que sentía se disipó de golpe. Me rompía el corazón verlo así. Nos acercamos el uno al otro, y cuando estuvo lo bastante cerca de mí, me apoderé de sus labios. Christian me besó con desesperación, como para asegurarse de que estaba ahí. Cada vez que nuestras lenguas se encontraban, me decía mentalmente lo mucho que me quería y necesitaba.Nos separamos sin aire, él me sujetaba firmemente del cabello y yo tenía los dedos enredados en el suyo.
- No sabes lo asustado que estaba, yo no podía perderte... No a tí - susurró a centímetros de mis labios. - Te amo, Elizabeth.
- Yo también te amo. - respondí susurrando también con una sonrisa en el rostro.
Su sonrisa me alegraba, confesarle lo que sentía era un buen comienzo.
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Inmortal love (Completo)
VampirePrólogo El mundo está lleno de cosas maravillosas, es nuestra decisión dejarlas ir o descubrirlas y conocerlas para matar la curiosidad. El sentido de la aventura es innato, nace con nosotros y nos dice que apostemos al destino a la primera oportuni...