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Al día siguiente, el menor cruzaba la calle con una caja que parecía hasta más grande que él, ¿creen que exageraba? Según él, todo podría ser necesario en cualquier momento.

Cuando estuvo frente a la puerta, la tocó un par de veces, escuchó un grito de adentro que anunciaba su llegada.

— Disculpe, pero no esperamos a ninguna caja por aquí — el más alto se burló en cuanto estaba frente al rubio.

— Saliste muy chistosito, quítate que esto está pesado — lo empujó con la caja y la colocó en la mesa de centro de los Lee.

El interior tenía una vibra muy femenina, todo era tan delicado y cálido que podría emanar un hogar perfecto.

— ¡Cariño! — le señora bajó con emoción de las escaleras y fue directo a saludar a su invitado.

— Señora Lee, se ve muy radiante el día de hoy — hizo una reverencia, pudo sentir el dulce olor de la omega, lo que significaba que ella estaba de un muy buen humor.

— No me digas así, dime Nayeon y sin discusión — lo invitó a pasar al sofá, mientras el alfa observaba que sólo Han era grosero con él, con buenos motivos.

— Ve y traemos una taza de té, ¿quieres comer algo? Puede ser un brownie, una galleta —

— Un brownie por favor — le dijo al castaño con una sonrisa burlona, ambos compartieron un raro contacto visual.

Cuando el mayor se fue, la mujer le observó con una sonrisa cómplice, pero para evitar una conversación incómoda, decidió entregarle una bola de hilo.

Minho llegó con lo pedido, lo dejó sobre la mesa y estaba preparado para irse escaleras arriba.

— Gatito, ¿no quieres quedarte y aprender con nosotros? — el castaño se sonrojó e hizo una mueca para que se callara.

— Tejer es aburrido, nunca haría algo de ese estilo — y se fue.

La tarde pasó tranquila, Nayeon y Han compartían risas mientras él le enseñaba los puntos básicos.

No sabían que un felino chismoso y Soonie espiaban desde la escalera.

Lo único que veía Lee era al omega, en el como su olor quedaría impregnado en la sala y de cómo cada cierto movía su mano derecha, la cual ya estaba algo hinchada.

El mayor buscó entre los cajones de su cuarto un pequeño sobre, salió por la puerta trasera para no ser visto y se sentó a esperar pacientemente sentado sobre la acera.

Cuando su madre había despedido al rubio, este confundió al ver al que quién se supone estaba en su cuarto estaba en ese lugar.

Ambos compartieron una mirada, pero Jisung intentó seguir derecho, hasta que una mano había detenido su muñeca.

— ¡Auch! — dejó la caja en el suelo para poder quejarse, pero se sorprendió al sentir algo muy frío sobre esa zona.

— Un parche helado quita la inflamación, ponte uno de ahora en adelante hasta que baje — lo dijo en un tono seco, pero a la vez penetrante.

La cercanía hizo que Jisung notara ese olor a madera y avellanas, algo que encendió unas pequeñas fibras en él.

Y así como llegó, así mismo se fue a su casa, sin permitir que el más bajo agradeciera

¡𝚞𝚙𝚜! 𝙽𝚞𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘 𝙷𝚒𝚕𝚘 𝚜𝚎 𝚝𝚎𝚓𝚒𝚘́ ᵐⁱⁿˢᵘⁿᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora