Capítulo 26

194 21 14
                                    

Capítulo 26



06 de agosto de 2022, San Rafael, Pirineos



Aquella noche tuve pesadillas. Al despertar no las recordaba, pero estaba tan empapada en sudor que tuve que ir directa a la ducha. Me metí bajo el chorro de agua caliente y permanecí un buen rato debajo, tratando de relajar los músculos.

Un rato después, al bajar, descubrí que me había levantado algo más pronto de lo habitual. Beatriz seguía durmiendo y mi madre estaba tomándose un café en la mesa de la cocina. De mi padre, en cambio, no había ni rastro. Supuse que habría salido con sus amigos o a trabajar, pero tampoco lo tenía claro. Conociéndolo, todo era posible.

—Buenos días, mamá —saludé al entrar en la cocina—. ¿Qué tal has dormido?

—Regular —dijo, y hundió el rostro en la taza, para darle un sorbo al café—. Regular, la verdad. No sé si ha sido por el calor, pero he tenido pesadillas.

—Ya somos dos. ¿Qué has soñado?

Aproveché que se tomaba unos segundos para responder para abrir la nevera y sacar el frasco de mantequilla. Seguidamente, cogí la bolsa de pan de molde, saqué un par de rebanadas y las metí en la tostadora. Nunca había sido especialmente amante de los desayunos, solían sentarme fatal, pero en casa de mis padres era imprescindible, por lo que intentaba adaptarme.

Saqué un vaso y la botella de zumo de naranja.

—¿Mamá?

Sorprendida ante su silencio, me fijé en ella. Hasta entonces me había pasado desapercibido, pues la había visto de espaldas, pero tenía las ojeras muy marcadas y los ojos al borde de las lágrimas.

Perpleja, me apresuré a sentarme a su lado para poder mirarla a la cara. Ella me rehuyó la mirada.

—Oye, pero ¿qué te pasa? ¿Ha pasado algo? ¿Dónde está papá?

—¿Tu padre? ¡Pues dónde va a estar, dónde siempre! —exclamó, llevándose las manos a los ojos para frotárselos—. Se ha ido a la reserva, cómo no. Había una reunión importante, o no sé qué... se supone que vuelve ya de la baja, así que doy por sentado que voy a dejar de verle el pelo de nuevo.

—¿Entonces?

—Tonterías, cariño, tonterías.

—Ya, claro, porque tú te pones así por tonterías... en serio, ¿qué te pasa?

Volvió a frotarse los ojos, que esta vez sí que tenían un par de lágrimas.

—He tenido un mal sueño y me he asustado, nada más.

—¿Y qué has soñado?




—¿De veras ha soñado eso? Pobre mujer, no me extraña que no le quite el ojo de encima.

Sentada en el banco del parque junto a Natalia, me resultaba imposible quitarme de la cabeza la terrible narración que mi madre me había hecho de su sueño. Un sueño en el que, en plena madrugada, había salido a ver a Beatriz a su habitación y había descubierto a un hombre asomada a su cama, mirándola de cerca... acercando sus frías manos hacia la niña.

Mi madre había despertado aterrorizada. De hecho, tal había sido el realismo del sueño que incluso había salido corriendo a asegurarse de que Beatriz estaba bien. Y sí, ella estaba en perfecto estado, profundamente dormida y abrazada al peluche gigante que le había conseguido su tía...

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora