Capítulo 47

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Capítulo 47



1 de septiembre de 2022, San Rafael, los Pirineos



El regreso al trabajo fue sanador. A primera hora del lunes me planté en la oficina de Elinor, donde Máximo De Guzmán me esperaba con un informe favorable por parte de mi nueva psicóloga. Además, tenía un nuevo contrato esperándome. Nuevas condiciones y sin fecha de finalización: un contrato indefinido como Dios manda.

—Tengo entendido que vas a llevar a tu hija a Les Arts, así que creo que te irá bien el bonus de nocturnidad.

—¿Eso implica que tendré que trabajar por la noche?

—Una guardia a la semana. ¿Lo ves factible?

Teniendo en cuenta la cantidad que me pagaban por ello, sí, por supuesto. Tendría que tirar de confianza con mi madre, pero sí, acepté. Firmé el contrato, encantadísima, y volví a la reserva, donde Manuel Quiroga ya me esperaba preparado para que saliésemos de expedición. Habían aparecido cuatro gamos muertos durante el fin de semana, y todo apuntaba a que habían muerto intoxicados.

Manos a la obra.



Descubrimos que el cadáver de un jabalí estaba contaminando uno de los lagos. El animal había muerto hacía ya tiempo, y su cuerpo putrefacto había teñido de muerte las aguas a su alrededor. Un auténtico fastidio para aquellos que nos tocaba recuperar sus restos, pero también para aquellos pobres animales que, exhaustos por el calor, bebían del agua, exponiéndose a una muerte cruel. Los más fuertes habían logrado sobrevivir al veneno del cadáver, pero los más mayores no.

Retiramos el cadáver y contactamos con los guardabosques para que nos ayudasen a vallar la zona hasta que lográsemos purificar el agua. No tardaríamos demasiado, pero después de cuatro bajas no queríamos más sorpresas.



El lunes por la tarde visité el tercer piso. Se trataba de un ático con una sola habitación y una enorme vidriera por la que se colaba muchísima luz, además de un calor infernal. Estaba en una quinta planta y gozaba de unas vistas preciosas de la plaza del mercado. A nivel localización era estupenda, estaba muy cerca de la casa de Milo y Laura, pero el apartamento en sí era muy pequeño. La cocina era americana y al baño había que entrar de lado. Además, la habitación, aunque no diminuta, no tenía espacio para dos camas individuales. Un lugar perfecto para una única persona pero que, teniendo en cuenta a Bea, quedaba fuera de mis posibilidades.

Agradecí la visita al chico de la inmobiliaria que me acompañó y le di mi número, ara que me avisara en caso de que se pusiera algún otro piso en alquiler. Ya me avisó de antemano que la cosa estaba complicada, pero incluso así no perdí la esperanza. A unas malas miraría en Santa Bárbara, pero no quería irme.



El martes y el miércoles seguimos tratando las aguas del estanque, con un resultado relativamente positivo muy pronto. Los resultados de laboratorio indicaban que volvían a ser seguras, aunque por el bien de la fauna era mejor que mantuviésemos la barrera unos cuantos días más. No serviría para evitar que algún animal desesperado se acercase a beber, pero al menos disuadiría a algunos.

Sin duda, una buena noticia para todos.



El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora