Capítulo 72

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Capítulo 72



Mayo de 2023, Reserva Natural de San Rafael, Pirineos


Me ahogaba en lágrimas, en tristeza, en soledad.

En oscuridad.

Caminaba en círculos, huyendo de la verdad... huyendo del destino. Él intentaba atraparme, pero yo trataba de escapar. Trataba de regresar con la cola entre las piernas, comprendiendo que no iba a ser tan fácil desmontar el castillo de naipes. Debía elegir la carta cuidadosamente para que no se viniese abajo, y me había equivocado.

Volví rota. Había partido a lo desconocido sin saber qué me iba a encontrar, y volvía con las manos vacías pero la mente destrozada por el impacto. Había vuelto a sentir su regreso y su muerte en apenas unas horas, y mi corazón, ahora mucho más herido de lo que había estado en años, no era capaz de asimilarlo todo.

Allí, aquí, antes, hoy, mañana...

No entendía absolutamente nada de lo que había pasado, salvo que volvía a estar en la cueva, que había dejado atrás el túnel de oscuridad y el susurro que manaba de él, y que volvía a estar junto a Tizona. Un Tizona acuclillado ante mí, que intentaba consolarme ofreciéndome un pañuelo con el que secarme las lágrimas.

Me pregunté cuántas veces habría atravesado él aquellos túneles y había vuelto con las manos aún más manchadas de sangre de lo que ya estaban.

—El destino es mucho más complicado de manipular de lo que la mayoría cree. No dejamos de ser hilos que se entrelazan entre ellos, generando el tejido del tiempo. Tienes que elegir muy bien el punto donde quieres cortar para que el resultado sea lo que esperas.

—Se ha vuelto a ir... le pedí que no se fuera, pero lo hizo. Volvió a la reserva —dije en apenas un susurro.

—No siempre tus acciones van a cambiar las decisiones de los otros. Debes ser especialmente precisa y tener un control real de lo que va a desencadenar lo que sea que decidas hacer, de lo contrario, no harás más que repetir una y otra vez el mismo resultado.

—¡No puede ir a la reserva! ¡Esa noche no!

—¿Estás segura de que esa es la solución?

Tenía que serlo. No podía pensar en otra alternativa. Sea como fuera, tenía que evitar que fuera a la reserva, tenía que quedarse a mi lado... y nada ni nadie iba a impedírmelo.

Volví a levantarme y salí corriendo de regreso al túnel, con la diferencia de que, esta vez, el primero no me permitió acceder a él. Una tromba de aire salió disparada desde su interior, expulsándome de él con violencia. Perdí el equilibrio y caí de culo al frío suelo, donde comprendí que, de las cinco puertas, tan solo había cuatro que podía atravesar.

Las oportunidades no eran infinitas.

—¿Cuántas veces lo ha intentado usted? —le pregunté, poniéndome en pie.

—Cuatro —dijo, dedicándome una sonrisa amarga, y alzó su cuaderno—. Si me permites un consejo, no tengas prisa. Para y piensa en todas las implicaciones. Piensa en que toda acción tiene una reacción, y...

Siguió hablando, pero no le escuché. No podía hacerlo. El tiempo se me escapaba de las manos y la urgencia me obligaba a solucionarlo todo antes de que fuera demasiado tarde para mí.

Demasiado tarde para todos.




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