Capítulo 31

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Disculpen ustedes por el atraso... estaba fuera y  me olvidé actualizar antes de irme :D

Espero que el capítulo lo compense (Y SÉ QUE SÍ)

Muaks



Capítulo 31



07 de agosto de 2022, Reserva Natural de San Rafael, Pirineos



Vi sus ojos refulgir en la noche con un brillo fantasmagórico. Bajo la nieve, su rostro era poco más que una mancha blanca en mitad del paraíso invernal por el que paseaba. Cristian escuchó su nombre y alzó la mirada hacia el refugio, seguramente creyendo que sería Luís quien le llamaba. Sin embargo, cuando localizó la ventana desde donde le habían llamado, descubrió que no era él. Me descubrió a mí en su lugar, con los ojos desorbitados y la cara descompuesta, y la sorpresa le desbordó.

Permanecimos unos segundos mirándonos, él bajo la nieve, yo en el refugio... y entonces, él sonrió. Lo hizo como siempre lo había hecho, con la calidez que tanto le había caracterizado, y entendí que era real. No sabía cómo era posible, pero estaba allí.

Estaba a apenas unos metros de mí.

Salí corriendo. Durante mi loco descenso por las escaleras escuché a Ulfo ladrar y a Luís gritarme que tuviese cuidado con la nieve, pero apenas le escuché. Sencillamente abandoné el refugio por la misma puerta que había entrado, saliendo a la gélida noche, y bordeé la casa, tratando de localizar el ángulo a través del cual lo había visto.

Sin embargo, ya no estaba allí. Estaba cerca. Muchísimo más cerca.

Tanto que al girar el último recodo prácticamente choqué con él. Nos encontramos de cara, él con su uniforme y su abrigo de pieles, yo con mis pantalones cortos y mi camiseta de tirantes, y nos abrazamos.

Era imposible, pero incluso así lo hicimos.



Su olor. De todas las emociones que en aquel entonces me abrumaban, había algo que enloquecía especialmente mi ánimo, y era su olor. Nunca había llegado a olvidarlo. Al igual que el resto de forestales, Cristian siempre olía a bosque. Una mezcla de olor a barro y árboles que sumado a su desodorante y colonia generaba un perfume único que solo había percibido en él. En mi mente era el olor a la reserva, el olor de las patrullas nocturnas... pero también, el suyo. Aquel aroma tan especial que cuando me abrazaba embriagaba mis fosas nasales y me hacía sentir que siempre íbamos a estar juntos.

Aquel día no fue diferente. Cristian me abrazó y yo sentí que aquellos seis años no habían existido. Que en realidad nunca se había ido, que estaba ahí, para mí, para siempre, y por un instante no supe ni qué pensar. Sencillamente me dejé llevar por la emoción, aferrándome a él como si temiese que me lo fueran a arrebatar.

Era un maldito espejismo, o una visión, o un sueño, no lo sabía, pero me daba igual: no quería despertar. Fuera lo que fuera, quería que se quedase para siempre conmigo.

Volver a sentir sus brazos rodeándome la cintura y estrechándome contra él, el olor en su cuello, la frialdad en su nariz al frotarla contra la mía, la calidez de sus labios al presionar los míos... al besarnos. Era incomprensible, pero no importaba.

A ninguno de los dos nos importaba.

Cristian me aupó por el trasero para que le rodeara la cintura con las piernas y se encaminó hacia el interior del refugio, escapando de la nieve. Entramos por una puerta lateral al salón, allí donde Ulfo se había quedado y Luís nos esperaban, y me llevó hasta la chimenea. Una vez allí, sintiendo el fuego de nuevo en las mejillas, se dejó caer de rodillas en el suelo, con los ojos encendidos, y volvimos a besarnos. Un beso cargado de amor y de ansia, pero también de frialdad. No había calor alguno en sus labios ni en su boca, tampoco en sus manos ni en su cuerpo. Estaba tan congelado como un témpano, y ni tan siquiera el calor de la chimenea podía calentarlo.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora