Capítulo 52

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20 de diciembre de 2022, San Rafael, los Pirineos



No encontré el refugio de Luís y Cristian, ni tampoco volví a verlos durante los siguientes meses. Intenté en varias ocasiones captar la atención de Luís yendo a visitar el valle de los Ecos, pero más allá de la misma visión del cadáver de Cristian y Tizona, no vi nada. Era como si se hubiese esfumado... como si no quisiera volver a saber nada de mí.

Admito que me desesperé. Pasaban los días y seguía sin saber nada de él ni de Tizona. A veces, cuando tenía ronda nocturna, salía a pasear en solitario, para provocarlo. Se suponía que mataba cuando ibas solo por la noche, por lo que yo intentaba ponerlo a prueba. Quería que me viera... quería que viniera a por mí. Pero no vino.

Ni una maldita vez.

En el fondo, mi jefe tenía razón: con el nacimiento de la cría de quebrantahuesos, las cosas empezaron a ir muy bien en la reserva. Se impuso una paz agradable, sin demasiados sobresaltos, y aunque la rotación de personal siguió un poco más, con cinco últimos cambios, llegó un punto en el que llegamos a disfrutar de cierta tranquilidad.

Durante aquellos meses constaté cuánto me gustaba mi trabajo. Me pasaba los días enteros en las instalaciones médicas, tratando a todo tipo de pacientes, desde jabalíes a osos, sin perder nunca la sonrisa. No me hacía demasiada gracia tener que tratar con serpientes, lo admito, pero incluso así lo hacía sin que me temblase el pulso. Era mi deber, y no podía fallar.

Los días en el centro médico me permitieron conocer más en profundidad a mis compañeros, que resultaron ser mucho más cercanos y agradables de lo que a primera vista me había parecido, y a los forestales. Con ellos era muy fácil, mi padre les había puesto en preaviso para que fueran simpáticos conmigo, por lo que me dejaba querer. Al fin y al cabo, la mayoría eran ya hombres a punto de jubilarse, fácil ganarse su cariño con un par de sonrisas.

Pero además de la faceta laboral, aquellos meses me sirvieron para acercarme más a Natalia. Ella seguía con su negocio de internet y con su habitual cara de haba, pero parecía algo más relajada. Algo más simpática. Además, se desvivía con Bea. Cuando su sobrina estaba delante, Natalia se transformaba por completo, dejando atrás a la bruja que a veces era para transformarse en una princesita.

Con el paso de los días me fui dando cuenta de lo sola que estaba. Sus tíos la llamaban de vez en cuando, al menos una vez cada dos días, pero ella evitaba cogerles el teléfono. Cada vez que hablaba con ellos era para transmitirle noticias malas sobre el estado de salud de otros familiares aún más lejanos, y eso la deprimía. Nunca le contaban buenas noticias, decía. Además, le pedían dinero. Natalia no era millonaria precisamente, pero ganaba una buena cantidad de dinero, lo que la había convertido en un filón para su familia. No lo hacían a malas, o al menos eso quería pensar ella, pero era mejor conseguir dinero fácil que ponerse a trabajar a según qué edades.

También descubrí que la vida sentimental de Natalia era un auténtico desastre. Los pocos amigos que tenía estaban lejos de allí, en Madrid, y no tenía novio. En alguna ocasión, cuando Bea se quedaba una noche con mis padres, le proponía de salir a algún local para conocer gente, o al menos para despejarnos, pero ella se negaba. Estaba totalmente cerrada en sí misma. Además, aún tenía muy presente la herida de Milo. Al parecer, no había sido una simple tontería.

Pero el saber que su vida sentimental estaba tan vacía como la mía no era algo que me preocupase precisamente. Al contrario. Me sentía aliviada. No diré que me alegrase por su mala suerte, pero teniendo en cuenta la circunstancias, no me sentía tan sola. Supongo que, como todos, en el fondo era un poco egoísta.

El renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora