El zorro de ojos azules |TOKYO REVENGERS|

Capítulo 32

Cuando la conciencia de Takemichi vuelve a él, lo primero que siente es una caricia constante en su oreja derecha, haciéndole derretirse ante el toque tan dulce que está recibiendo mientras duerme. Normalmente su humano acaricia su espalda, así que duda estar dormido sobre el pecho de Mikey. Tampoco parece ser Emma, ya que el pecho plano indica que es un hombre, pero Izana no huele a cigarros, así que debe estar tumbado sobre Shinichiro.

Estirándose después de lo que parece una siesta realmente larga y agotadora, se sienta en el estómago de Shinichiro y se frota los ojos con sus puñitos antes de bostezar ampliamente, escuchando una risa que no conoce.

—Pero mira esos colmillitos tan lindos. ♡ —Murmura una voz que efectivamente no es la de Shinichiro, porque cuando finalmente abre los ojos, cae en la cuenta de la situación en la que está. Su mente brumosa se había olvidado de ser tomado justo a unos pasos del taller de Shinichiro junto a Chifuyu.

—¿Dónde está Chifuyu? —Pregunta Takemichi intentando salir del agarre de Hanma que lo mantiene sentado sobre el humano, mirándolo fijamente, una sonrisa que parece perezosa y simple pero que eriza por completo el pelaje de las colas del pequeño kitsune.

—Está durmiendo, ¿ya quieres ir a buscarlo? ¿No quieres jugar conmigo? —Pregunta Hanma haciendo un falso puchero, y el kitsune niega rápidamente con su cabecita, queriendo irse de ahí cuanto antes y correr hacia los brazos de su humano. —Me duele eso.

Takemichi se cruza de brazos e intenta aguantar las lágrimas, pero se siente mal, le duele la cabeza, no sabe donde está, no siente a Chifuyu cerca y este humano no es su humano, ni su familia, es un desconocido que solo ha visto golpeando a Mikey.

Hanma resopla y aprieta las mejillas llenas de lágrimas del pequeño kitsune, moviéndolas como si fueran mochi hasta que Takemichi, enojado, le muerde en una de sus manos, justo sobre el kanji de pecado.

El humano maldice por lo bajo al ver la sangre, y Takemichi aprovecha el momento para salir del agarre de Hanma y salir corriendo de la habitación en la que está, que parece un despacho como el que tiene Shinichiro en su taller, sin embargo, este despacho da a un enorme espacio lleno de máquinas de arcade, y el zorrito aprovecha para esconderse entre los pasillos llenos de juegos para escapar de Hanma.

—No me refería a jugar a las escondidas, esto no me gusta, ven aquí. —Canturrea Hanma buscándolo entre los pasillos, Takemichi ignora sus llamados y comienza a buscar la salida.

Rápidamente ve la puerta del local abandonado y aprovechando que no escucha a Hanma cerca, comienza a correr hacia la luz del sol que le guía el camino. Casi llora de felicidad cuando unos pasitos le separan de poder buscar ayuda real.

—Te tengo. —Canturrea Hanma atrapándolo por detrás, haciendo que Takemichi patalee por escapar de su agarre, llorando por ver como vuelve a ser arrojado al fondo del local, lejos del sol, de la salida y de su oportunidad de volver con su humano y su familia. —Y yo que pensaba que podría usarte como una linda mascota.

—No quiero. —Dice Takemichi, una de sus colas rodeando su pierna mientras que abraza las otras entre sus bracitos. —Yo quiero a mi Mikey.

—Mikey no vendrá a buscarte, y si te sigues portando así, te dejaré en la jaula de nuevo por ser un zorrito malo, ¿entiendes? —Pregunta Hanma con una voz más seria que asusta al zorrito, sin embargo, Takemichi no quiere estar con Hanma, así que trata de morderlo. —Bien, tu lo has querido, si te portas mal, hay castigo.

Hanma patea la puerta donde debe estar el gato, pero cuando entra al sótano, se da cuenta de que solo hay una jaula vacía. No está. No está y por la sangre en el suelo, puede adivinar quien ha sido la maldita rata que ha traicionado a Kisaki.

—¿Dónde está Fuyu? —Pregunta el zorrito, y Hanma maldice en voz baja antes de meter a Takemichi en la jaula, saca su móvil y llama a Kisaki para informarle de la última actualización en su plan. De momento, no se está divirtiendo y eso fue una de sus condiciones para unirse a él y ayudarlo en sus planes.

—Silencio, zorrito. —Murmura Hanma antes de salir del sótano, volviendo a marcar el número de Kisaki cuando se da cuenta de que no ha respondido a las dos primeras llamadas. Lo intenta por lo menos tres veces más antes de que finalmente responda a la llamada. —Mierda, pensé que no ibas a responder, tenemos un problema de ratas aquí.

El silencio en la llamada confunde a Hanma, quien mira la pantalla de su móvil para asegurarse de que está en llamada, al ver los segundos pasar, vuelve a ponerse el móvil en la oreja, esperando una respuesta de Kisaki.

—¿Estás ahí? —Pregunta de nuevo, sin entender porqué Kisaki no responde, sabe que si no pudiese hablar, le enviaría un mensaje dándole sus siguientes tareas para el éxito del plan. —¿Kisaki?

—No soy Kisaki, pero no te preocupes, estaré ahí enseguida. —Dice una enojada voz que Hanma reconoce al instante. El maldito Invencible Mikey.

Hanma sabe lo que está a punto de pasar, así que entra de nuevo en el sótano, toma la jaula del zorrito y corre hacia la salida trasera de la abandonada sala de juegos, yendo hacia el punto de encuentro que Kisaki había pensado por si la cosa se complicaba, como ahora mismo.

—¿A dónde me llevas? —Gruñe Takemichi, intentando golpearle con sus garritas sin mucho éxito. Hanma ignora al híbrido y abre la puerta trasera de una patada, mira alrededor del callejón y cuando se asegura que no hay nadie, corre hacia su moto aparcada. —¡No quiero irme sin Fuyu!

—Silencio. —Hanma vuelve a mirar a su alrededor y suspira al ver que no hay nadie, el plan de Kisaki ha sido pensado de forma perfecta y en él, Hanma no debe volver a pelear contra Mikey u otro miembro de Toman, pues si todo sale como se espera, estará en la pandilla como subcapitán de la división de Kisaki.

—¡Mikey! —Grita el zorrito, y Hanma se da la vuelta para ver al Invencible Mikey de pie en la entrada del callejón, mirándolos fijamente, pero hay algo distinto en su mirada, no es la misma que tuvo durante la pelea, esta hace que la piel de Hanma se erice por el miedo, algo que no le ha pasado nunca antes.