9. Celtas

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No existe mentira más malvada que la que se convierte en verdad solo por repetirla. Sin embargo, Nayua no tenía ni el poder de la maldad ni el don de de la actuación. Aquel hombre sabía hasta donde había llegado ella con el Voynich, ¿cómo era posible? Estaba acorralada y lo sabía. Cada vez que lo miraba, se sentía igual que un ratón cuando cruza la mirada con una serpiente que intenta comérselo. La piel aún se mantenía erizada de haberlo sentido tan cerca. Quizás no era más que energía electroestática, o esa mezcla de pavor y petrificación que le afectaba cuando se ponía nerviosa. Se le antojaba ese tipo de demonio que se incrusta en tus miedos y te provoca pesadillas tan reales que no sabes si las sueñas o la vives.

-Está bien. Sí. Digamos que he dado con la tecla... -admitió Nayua casi susurrando mientras se frotaba las muñecas como si de un ritual se tratara.

-Tengo curiosidad ¿es una nueva lengua? -preguntó dejando escapar su lado coleccionista y mecenas.

-No -contestó rotunda, y el diamante que colgaba de su gargantilla tintineaba como hada que se mece en una hamaca al atardecer.

Como de costumbre, empezó a dolerle el cuello, no por una mala postura sino por el estrés acumulado. Se pasó una mano, masajeándolo suavemente, cansada como estrella de rumbo perdido. Se agarró el cabello como si fuera a hacerse una cola y lo apartó a un lateral ladeando la cabeza, estirando el cuello una vez más, hasta el límite.

-¿Es una lengua inventada? -continuó dando rienda suelta a su curiosidad, con su tercera copa de Chardonnay y sake a punto de extinguirse entre sus labios.

-No exactamente -contestó en seco, sin acritud.

-Entonces...

-Es una lengua codificada. No es una lengua inventada como las de Tolkien, simplemente ha codificado usando hebrero y latín como base. La persona que lo escribió, como conocía bien ambas lenguas, escribía a gran velocidad sin albergar dudas, los trazos son firmes y solventes -explicó, aún dudando hasta dónde contar.

-Interesante...

-Por eso pasaba la prueba de Zipf, que establece que en las lenguas conocidas la longitud de las palabras es inversamente proporcional al número de veces que aparecen, es decir, que en el Voynich existe un patrón lógico dentro de los parámetros de una lengua natural -aclaró como lo que era, una profesora de universidad que investiga.

-Porque combina hebreo y latín, que son naturales -añadió mientras soltaba la copa y se incorporaba.

-... Eso es... Grosso modo, quiero decir, hay matices del cómo que... -dudó en seguir dando información.

Ella lo miró mientras él se daba la vuelta, pensativo, caminando hacia el final de la inmensa terraza de la que disfrutaba el ático. Apoyado en la barandilla, perdió la mirada en el horizonte, como corazón que busca su flecha. Retrocedió un paso. Con los brazos relajados, hacia atrás en la espalda, suspiró.

Nayua fijó la vista, engurruñó los ojos y, al percatarse de lo que estaba mirando, ahogó un grito antes de que pudiera delatarla.

Bajo la correa de Kim, en la muñeca derecha, un nudo celta callaba su secreto.

Mi sueño en tu bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora