La figura de Jon emergió por fin claramente de la humareda, su presencia marcaba un contraste con el caos que lo rodeaba. Hunter y Nayua, aún recuperándose de la sorpresa, lo miraron como si un Drac Queen se hubiera vestido de alivio y confusión.
—Siempre apareces en el momento menos esperado, mi querido Alexei —comentó Hunter, con un tono que mezclaba admiración y reproche mientras se acercaba para saludarle distendidamente.
—Alequé... —acertó a mascullar la mujer algo atolondrada por la sorpresa.
Jon, con su característica sonrisa irónica, respondió mirando a Nayua:
—Como un buen ángel guardián, ¿no crees? Aunque con un poco más de estilo —añadió Jon.
—¿Pero qué demonios...? —seguía sin dar crédito más a sus oídos que a sus ojos.
—¿Qué está pasando aquí? —y Hunter se unió al desconcierto.
—Tranquila, mujer, soy yo —añadió Jon Alexei, que no parecía el mismo con el pelo engominado hacia atrás.
—¿En cuál de tus malditas reencarnaciones? —gritó sintiéndose engañada, más a la defensiva de no saber si aquel hombre era bueno o malo, tanto que cabreada.
Jon observó a Nayua retroceder, una mezcla de preocupación y comprensión en sus ojos. Se giró hacia Hunter, buscando en su rostro alguna pista que le ayudara a navegar la tensión del momento.
—Vamos, no me miréis así —dijo Jon con una sonrisa forzada—. Soy yo, Jon, aunque a veces también Alexei. Es complicado, lo sé.
Hunter asintió, colocando una mano reconfortante en el hombro de quien él conocía como Alexei.
—Tú sabrás... En todo caso, me has formado, me has ayudado y me has dado el cariño que nadie quiso compartir conmigo. Mi vínculo contigo va más allá de la sangre, confío en ti. Tampoco me queda otra sin tiempo para explicaciones, que auguro más largas que un día sin agua.
—Gracias, Hunter —y le apretó el hombro—, gracias, hermano -dijo con una voz muy distinta, sincera, totalmente opuesta a la voz a la que Nayua estaba acostumbrada, sin amaneramiento.
—Pero necesitamos saber qué está pasando. ¿Cómo nos encontraste? —preguntó Hunter.
—Digamos que tengo mis métodos —respondió Jon, volviendo su atención a Nayua—. Y lo siento, Nayua. No quería asustarte, pero las circunstancias son... excepcionales.
Nayua, aún con cautela, dio un paso hacia adelante. "¿Excepcionales? Eso es quedarse corto. Necesitamos respuestas, Jon. ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué estás aquí?", pensó.
Jon suspiró, sabiendo que no podía evitar la verdad por más tiempo.
-...No soy solo el ligón que conoces, Nayua, ni solo el soldado que aprecia a Hunter más allá de los vínculos profesionales. Soy esa clase de tipo...
—¿...Sí? —preguntó Hunter, con una ceja levantada, anticipándose a lo que sospechaba.
—De esa clase de tipo que controla todo lo que involucra la pasta gansa que vuelve loca al mundo, y que me obliga a curarla a golpe de realidad —explicó Jon Alexei.
Nayua negaba en silencio; no había manera de cuadrar en su cabeza lo que estaba ocurriendo, era como si una pieza loca cambiaformas se intentara colar en un puzle al que le faltaban varias piezas. La profesora dio varios pasos hacia atrás, buscando cobijo para poder tomarse un respiro a salvo y recapacitar. No podía creer lo que estaba viendo. Jon era todo fachada, todo mentira ¿qué más sería mentira en su vida? No podía pensar, no sabía qué hacer. Se sentía vulnerable, ansiosa, desesperada. Todo había dado un giro tan inesperado que los cimientos de su realidad se tambaleaban como la mano del gato de la suerte del restaurante chino de turno. Jon no solo no era Jon sino que era Alexei. Amigo del míster que se empeñaba en secuestrarla en bucle como el día de la marmota.
Hunter y Nayua intercambiaron miradas, comprendiendo que, a pesar de la confusión y la desconfianza, necesitaban a Jon más que nunca.
—Entonces hablemos de planes —dijo Hunter, preparándose para lo que vendría. Siendo consciente de que Alexei seguía siendo Alexei, por muy Jon que se pudiera llamar. Su amigo siempre fue enigmático, aunque con un sentido del humor tremendamente gay.
Alexei asintió, y los dos profesionales de la guerra comenzaron a trazar su próximo movimiento, conscientes de que estaban a punto de adentrarse en aguas desconocidas y peligrosas.
—Eh, macarra de los ricos ¿algo que me esté perdiendo y que me puedas resumir? —preguntó Hunter preparándose como si necesitara repeler un nuevo ataque.
—Por supuesto, Nayua vale más muerta que viva.
ESTÁS LEYENDO
Mi sueño en tu boca
RomanceCuando la vida de miles de personas depende de que una experta lingüista traduzca el manuscrito de Voynich, jamás descifrado, la popularidad pondrá en peligro su propia vida. Pero si, además, se convierte en la obsesión de quien provoca dicho peligr...