En el umbral de su nueva vida, el adolescente echó una última mirada hacia atrás, hacia las sombras que había llamado hogar. Por fin. Huir. Nada podría ser peor, a pesar de todo lo que dejaba atrás.
En ese instante, un recuerdo fugaz cruzó su mente: la vieja fotografía descolorida que había encontrado en el orfanato entre las pertenencias cuando lo abandonaron a su suerte, con gente sonriendo frente a un edificio imponente y la nota en el reverso: "Los lazos verdaderos sobreviven a cualquier tormenta". Aparentemente, una frase sin sentido que le había dado fuerzas para seguir vivo.
La ciudad dormía, envuelta en su manto nocturno. Entre sus sombras, una figura se movía con la urgencia de quien ha roto sus cadenas. Las calles, laberintos de libertad y peligro, eran ahora su hogar. En el orfanato, había aprendido a moverse en silencio, a ser invisible, una sombra entre sombras. A ser fuerte, inquebrantable, pero enajenado por la necesidad de escapar. La libertad recién encontrada palpitaba en sus venas, un contrapunto al ritmo constante de su corazón. Dejaba almas rotas buscando la felicidad en una libertad que se le antojaba justicia.
Pero esa noche, las sombras no estaban solas. Ojos lo seguían, evaluando cada paso, cada gesto. Un encuentro inesperado, una encrucijada. Figuras emergen, siluetas recortadas contra las luces tenues de la ciudad. Personas en formas de secreto que buscan ser susurradas al oído de un fugitivo como fórmula de huida.
De repente, una de esas figuras se materializó de la nada, una mujer con una elegancia que desentonaba con el entorno. Su vestido era un susurro de seda y secretos, un intercomunicador parpadeaba discretamente en su oreja.
—Eres difícil de seguir —dijo una sonrisa entre sedoso pelo dorado, como un hilo de acero envuelto en terciopelo.
El adolescente se detuvo, alerta pero curioso.
—¿Quién te dice que quiero ser seguido?
Ella sonrió ligeramente.
—Nadie. Pero los que quieren desaparecer rara vez lo logran solos.
Hubo un momento de silencio, un juego de ajedrez con palabras.
—¿Y qué se supone que debo hacer ahora?
—La pregunta es qué quieres hacer —respondió ella—. Hay realidades que explorar más allá de estas calles, del infierno que dejas atrás, mundos que requieren habilidades como las tuyas.
Él sopesó sus palabras, el peso de su pasado una sombra que se alargaba detrás de él.
—¿Y qué se espera a cambio? -preguntó el joven, aturdido por lo inesperado.
—Lealtad a tu nueva familia —dijo ella, extendiendo su mano— y la voluntad de ver más allá del orfanato y estas calles.
Él miró su mano, luego a sus ojos. Había una promesa no dicha, un camino no trazado. Con un suspiro que era parte resignación, parte anticipación, le tomó la mano. La decisión se toma en el latido de un corazón. No hay vuelta atrás, el futuro se rige por los pasos que se dan en el presente. Las figuras se disuelven en la noche, y con ellas, también la del adolescente, ahora parte de un mundo más grande, más complejo.
Y así, en la oscuridad de la noche, un nuevo capítulo daba comienzo en la vida de un adolescente cuyo espíritu estaba forjado en lágrimas y escrito con los pasos de alguien que ya no es solo un niño, ni solo una sombra.
Mientras avanzaban, escoltados por lo que parecía un enjambre de profesionales militares, el pulso de la ciudad latía alrededor de ellos, un ritmo constante que parecía acompasar su propio corazón. El adolescente, con la fotografía guardada como un talismán en su bolsillo, sentía cómo las palabras "Los lazos verdaderos sobreviven a cualquier tormenta" resonaban con un nuevo significado. En ese momento, al lado de la mujer de misteriosos designios, las palabras se transformaban en un puente entre su pasado abandonado y un futuro aún por descifrar. No se trataba de descubrir a dónde iba, sino de comprender en quién se estaba convirtiendo en ese viaje y, sobre todo, de dónde venía.
De repente, la mujer se detuvo, su mirada fija en un punto lejano de la ciudad.
-Hay algo que debes ver -dijo ella en voz baja. Su tono lleno de una urgencia inesperada.
Sin explicar más, la llevó a través de una serie de calles estrechas hasta llegar a un pequeño mirador que se asomaba sobre la ciudad. Allí, bajo el velo de la noche, una luz solitaria parpadeaba desde un edificio distante, una luz que, por alguna razón, capturó completamente la atención del joven.
-No todo es lo que parece -murmuró ella-, -y, a veces, las respuestas están escondidas a plena vista.
Cuando los ojos descansan y se adaptan a la falta de luz, su profundidad de visión mejora hasta hacer realidad incluso los miedos más insondables. Delante de aquel adolescente fugado el mismo edificio de fondo que aparecía en su fotografía se erigía mohoso.
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Mi sueño en tu boca
RomanceCuando la vida de miles de personas depende de que una experta lingüista traduzca el manuscrito de Voynich, jamás descifrado, la popularidad pondrá en peligro su propia vida. Pero si, además, se convierte en la obsesión de quien provoca dicho peligr...