12. Sueño

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-¿Qué hago aquí? ¿Por qué me persigue? No tengo nada de valor suficiente como para querer quitármelo, pero si lo hubiera, es suyo. ¿Qué quiere de mí? -disparó preguntas como un Kalashnikov dispara sus treinta balas.
Nayua estaba sentada en un extraño banquete de madera, parecía un tronco pero tenía compartimentos. En una rústica mesa de madera cercana también se podía apreciar la misma estructura. Aquel hombre de incipiente barba gris parecía tosco, aunque con ella estaba siendo educado. Desconfiaba por completo, como se desconfía de un gato con la cola erizada. Sin mediar palabra, se acercó a ella y sacó un cuchillo de considerables dimensiones. La profesora no se afanaba tanto en saber de dónde se lo había sacado y como se había estado moviendo de esa forma sin clavárselo como en adelantarse a qué iba a hacer ahora con él. Hunter puso un par de bolsas de un supermercado cercano encima de la mesa. En sus manos, aquellas bolsas se le antojaban de casita de muñecas. Sacó embutidos y se dispuso a cortar pan. Hizo un bocadillo de chorizo en menos que gluglutea un pavo.

-No gracias -rechazó la lingüista cuando Hunter se lo ofreció.

-Ha sido un día complicado sin tiempo para comer, debe estar hambrienta -dijo él insistiendo.

-Soy alérgica al gluten -aclaró, intentando no ser descortés por lo que pudiera pasar.

Hunter rebuscó en la bolsa y sacó sushi envasado. Lo abrió con la misma facilidad con la que había hecho el bocadillo anterior. Ella lo miró entre sorprendida y agradecida.

-¿Aquí todo el mundo tiene un plan b o qué? -dijo en voz baja mientras se limpiaba las manos en los pantalones y se disponía a comer con los dedos a falta de palillos.

Hunter la miró sabiendo que no era respuesta lo que buscaba, sino protestar, porque las quejas que se liberan pueden dejarnos respirar como una olla exprés libera presión para no explotar.

-¿Sería posible un tenedor? -preguntó sin mucha esperanza.

-Negativo -dijo el secuestrador.

Aquel hombre meticuloso y enigmático sacó una bebida de kombucha refrigerada, de esas que tan de moda se estaban poniendo entre los que querían llevar una vida sana. Nayua se sintió agradecida uno más que infinito.

-¿Entre secuestro y asesinato le da tiempo de comprar en el Mercadona? -preguntó, como siempre, con un sentido del humor irónico que más de una vez la había metido en problemas.

-Nunca he asesinado a alguien -contestó con su voz rasgada sin el más mínimo atisbo de sombra en su conciencia.

-¿No ha matado a nadie nunca? -preguntó con la boca llena, no se sabe si de comida o de algún tipo de batiburrillo alimenticio mezcla de arroz y kombucha.

-No he dicho eso -aclaró el hombre mientras se dirigía al otro extremo de la mesa para cenar.

Nayua dejó de engullir, no había comido nada desde el día anterior por la dieta cetogénica que seguía, que se le había juntado con el secuestro. Más de 24 horas sin comer quizás fuera también culpable del cansancio acumulado, de hecho, no sabría si temblaba de frío, de miedo o de hambre. Se sentía perrillo abandonado. Lo miró. La miró. Ninguno hacía ni decía nada.

-¿Me va a matar a mí? -preguntó después de un largo silencio con una inocencia en los ojos que no pasó desapercibida para Hunter.

Él siguió mirándola, silencioso, durante diez eternos segundos más, con el respeto del silencio cuando se ve pasar un ángel.

-Solo mato a los que me sacan de quicio con muchas preguntas -dijo tan serio que Nayua se quedó ojiplática, se lo tomó al pie de la letra y se calló al instante. Mejor no tentar la suerte. Mejor no comprobar si era verdad. Mejor sobrevivir por lo menos hasta el día siguiente.

Ella terminó rápido. Cuando él concluyó su cena, le dio un trago largo a una petaca que llevaba encima. Recogió todo y lo dejó pulcramente ordenado. La profesora lo observaba en silencio, con disimulo, más queriendo ubicarlo en cada momento que por curiosidad. Cuando hubo terminado, aquel hombre, grande y robusto como un roble, se cernió sobre ella y con una sola mano la inmovilizó agarrándola de ambas muñecas.

Se sentía como una marioneta, a su merced, tan indefensa que incluso le dolía pensar que nadie pudiera estar en una situación parecida.

-No me va a matar, solo mata a quien pregunta mucho, lo ha dicho antes -dijo como quien dice ¡casa! jugando al pilla-pilla.

Nayua tragó saliva. En ese momento no le hubiera importado darle un trago a la petaca.

-Es probable que sí.

Mi sueño en tu bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora