34. Tensión

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La BSO de Camino de Perdición se oía a lo lejos. Las tristes notas musicales del piano parecían ralentizar el amanecer. Diminutas motas de polvo en suspensión se iluminaban a medida que los primeros destellos del amanecer se colaban por la ventana, Dan se encontraba inmerso en la contemplación de Nayua, quien yacía dormida a su lado. La luz matutina acariciaba su piel, revelando cada detalle sutil: el suave vaivén de su pecho con cada respiración, el desordenado cabello que, caprichoso, le cubría aquí y allá, y la curva delicada de sus labios ligeramente entreabiertos. Podía oír su respiración y cómo la sangre bombeaba en su muñeca, justo donde el triskel lucía abiertamente al desconocido. La olía, olía como una mañana fresca, como un baño de rosas y, sin embargo, también olía a aliento de mujer, a noche de sudor animal. Dan se acercó aún más, cogió la mano levemente entrecerrada de Nayua, y lamió el tatuaje. De repente, abrió los ojos y despertó sobresaltado. De nuevo, una erección. Sí, ni en sueños podía huir de la obsesión que cada vez profundizaba más en su sentido, en todo su ser.

Se vistió cuidadosamente, con el mismo esmero de todos los días, pero sin exageración, como rutina de que las cosas bien hechas comienzan nada más despertarse. Una camisa blanca perfectamente planchada, de algodón egipcio, con ese tipo de textura, de suavidad, que tanto adoraba el empresario. Unos vaqueros negros y unos cómodos botines de ante también, con una gran hebilla plateada. Se dirigió a la cocina y se preparó un licuado de limón y jengibre con menta, algo potente para despertarse. Acto seguido, se dirigió a la habitación contigua a su dormitorio, abrió la puerta y se sentó a leer un periódico al estilo tradicional, en papel. Ojeó la portada y suspiró, lo soltó en silencio, con cuidado, para poder contemplar mejor cómo dormía Nayua aún bajo los efectos residuales del somnífero, sin despertarla. Sentía un remolino de emociones al observarla: una mezcla de deseo, admiración, casi ternura, algo que lo sorprendía a sí mismo. La vulnerabilidad de Nayua en el sueño, contrastando con la fuerza y la pasión que irradiaba en vigilia, lo atraía de manera irresistible. Se le escapó un suspiro, no solo de anhelo sino también de una especie de miedo reverente ante la intensidad de lo que sentía.

La piel de Nayua, iluminada por los primeros rayos de sol, le parecía hecha de oro y miel, y el apetito de Dan dejó paso al hambre. De pronto, la mujer abrió los ojos y, aunque aún no veía totalmente nítido, clavó la mirada en los ojos eternos y grises de Dan.

-¿Qué hago aquí? -acertó a decir Nayua empezando a recordar todo lo acontecido la noche anterior, intentando incorporarse.

-Digamos que estamos retomando lo de ser mi invitada -y forzó una sonrisa.

-¿Dónde estoy? -continuó con su interrogatorio con la creciente necesidad de ubicar lo máximo posible qué había pasado, qué estaba pasando y qué podía pasar.

-En mi casa.

-¿Cómo he llegado aquí? -siguió inquiriendo, apoyando la espalda en el cabecero mientras comprobaba que estaba desnuda bajo las sábanas.

-Kenjiro y Max -contestó tomándose su tiempo mientras sostenía la mirada, escudriñándola.

-¿Qué hago aquí? -repitió, su voz más firme ahora.

Dan, con una calma que casi parecía ensayada, respondió lentamente.

- Estás aquí porque necesitaba asegurarme de que estuvieras a salvo. Lo que ocurrió anoche... - hace una pausa, eligiendo sus palabras con cuidado - ...fue necesario, solo busco tu bienestar, mantenerte a salvo.

Nayua frunció el ceño, su desconfianza evidente, como no podía ser de otra manera. 

- ¿A salvo? ¿En serio? Cansada estoy de oír a todo el mundo la misma frase y observar a todo el mundo como la arrastra por el fango.

Dan miró hacia la ventana,  claudicó y apartó la vista evitando su inquietante mirada. No quería que se percara de cuánto deseaba que la maldita sábana resbalara.

-Sí, a salvo. No es solo lo que pasó, sino lo que podría haber pasado y lo que está por venir. Tienes enemigos, Nayua, y no todos ellos son tan obvios. Los corderos sacrificarán lobos.

Nayua se incorporó más, su espalda presionando contra el cabecero, se había encogido, como intentando restar espacio en la existencia para sentirse menos observada.

-Reniego. Renuncio. Maldita sea la hora en la que decidí estudiar lo que estudié... comenzó a mascullar entre dientes.

Dan se volvió hacia ella, su expresión era un enigma. Cuánto le incomodaban a ella aquellos ojos grises, siempre inquisidores, tan claros que parecían líquidos, como un mar en calma un día nublado, justo antes de la tempestad.

- De alguna manera, te necesito, igual que tú a mí. Información que solo tú puedes proporcionar.

Nayua, confundida y cautelosa, empezó a impacientarse en una mañana que prometía sorpresas en forma de guerra.

- ¿Información? ¿Qué podría saber yo que ya no sepa todo el mundo a estas alturas?

El hombre se acercó aún más a la cama, su presencia le pareció a Nayua imponente, como el poder hecho carne, con una potencial carga destructiva que podría acaecer en cualquier momento. Un escalofrío le recordó lo inquietante que podían ser algunas personas. Sin previo aviso, un Belcebú vestido de Bu se abalanzó sobre la cama haciéndola crujir estrepitosamente, Nayua saltó hacia un lateral para apartarse y quedó arrinconada en una esquina cubriéndose con la sábana.

-Bu, ven aquí, no seas malo, mastodonte -dijo cariñosamente su dueño obteniendo su obediencia de inmediato.

-¿Queréis dejarme en paz de una puñeterísima vez? -chilló como protesta al mundo.

El cabello alborotado se mecía arqueado delante de su cara, ella encorvada hacia delante, casi de puntillas, con los brazos cruzados delante del pecho cubriéndose con la sábana. Totalmente alerta, crispada, aunque aún aturdida. Dan suspiró.

-Necesito información -volvió a insistir el señor Martin.

-¿Qué quieres saber que yo te pueda decir? -preguntó Nayua.

El empresario se levantó, apoyó una rodilla en la cama para acercarse más al rincón donde Nayua se escondía más de sí misma que de la realidad y le cogió la mano donde tenía el tatuaje dejándolo al descubierto, como si lo mostrara al universo confabulador.

-¿Qué es esto?




Mi sueño en tu bocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora