Hunter era un lobo solitario, se lo habían recomendado como el mejor. Maldita la hora en la que se torcieron las cosas, iba a estrangular al director del banco que la había cagado con la transferencia. ¿Cómo era posible? En las películas nunca pasaba eso. No estaba acostumbrado a los ineptos, siempre se podía permitir lo mejor. Justo esa asociación de ideas lo llevó hasta la profesora, quizás porque Nayua era la mejor en lo suyo. Como buen controlador no quería admitir que lo había dejado fuera de juego el nudo celta, no lo esperaba. Como tampoco esperaba no poder sacarse de la cabeza sus ojos, tan curiosos e inquisidores pero, a la vez, tan inocentes. Aunque lo que más perturbador le parecía era la obsesión que le había surgido de comer fruta fresca porque, sin saber el motivo, su mente lo había relacionado con los labios jugosos de Nayua. Pero no tenía tiempo para eso ahora, debía resucitar su plan en el mismo punto en el que lo había dejado antes de la aparición de Hunter. Antes de Nayua existía un problema que resolver de escala mundial y se iba a centrar en él.
Mientras Dan Martin se preocupaba por terminar de armar meticulosamente su plan flexible de varias opciones, comprobaba cómo la vida ocurre en ausencia de consentimiento ajeno y crea y destruye a su antojo, sin importarle lo que opine el mundo.
No excesivamente lejos de allí, Hunter daba cobijo en la noche a su secreto lugar y a sus secretas intenciones. La tenía retenida contra su voluntad y ahora se las estaba ingeniando para que no se escapara en tiempo de descanso.
Él la olió, aún quedaban restos de su perfume del día anterior. Rosas blancas, bergamota, jazmín, orquídeas y nardos con un toque de cedro almizclado que le daba un fondo profundo pero fresco. El pelo sedoso cayendo detrás de los hombros, el cuello largo del que pendía una fina gargantilla, la perla del aro que se balanceaba caprichosa casi hipnótica. Le agradó tanto el olor que casi la hubiera mordido en el cuello para lamerle la esencia. Cerró los ojos y rozó el lóbulo de la oreja con los dedos, la perla, luego dejó que se le enredaran en su pelo.
Ella, sin embargo, los tenía desorbitados. Estaba totalmente en shock. Paralizada, a punto de sufrir un infarto. Es curioso cómo ante una misma situación, dos personas pueden estar en mundos paralelos que no se rozan, sentir emociones totalmente opuestas.
-Tranquila..., tranquila, no tendrás pesadillas -dijo Hunter mientras retiraba el pañuelo que había aparecido en la boca de Nayua por arte de magia.
Todo el peso del alma se desplomó sobre su cuerpo y la gravedad hizo el resto. En los brazos del mercenario, la mujer parecía un cervatillo inocente, indefensa.
Desplomada sobre la cama, la profesora inició un duermevela en el que su conciencia no quería desaparecer del todo. Luchaba contra el efecto del somnífero consciente del peligro exterior.
Abrió los ojos, parecía que la luz del día le mordiese las pupilas. Estaba desorientada, no sabía dónde estaba. Entonces empezó a recordar.
-¡Deja que me vaya!
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Mi sueño en tu boca
RomanceCuando la vida de miles de personas depende de que una experta lingüista traduzca el manuscrito de Voynich, jamás descifrado, la popularidad pondrá en peligro su propia vida. Pero si, además, se convierte en la obsesión de quien provoca dicho peligr...