La Selección

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Massimo despertó temprano ese día, iría a entrenar un rato antes de que partieran las entrevistas ya que él iba a participar en su rol de tío y padrino de Luca.

Al llegar al comedor a desayunar vió que Olga ya estaba en la mesa, era algo extraño en ella ya que por lo general no la veía hasta medio día. 

Las candidatas llegaron puntuales y fueron recibidas en la sala donde esperarían su turno, a cada una se le asigno un número que significaba su turno.

La primera en ser llamada se llamaba Ana Taylor, tenía 41 años y bastante experiencia, al entrar se fijaron en que vestía una larga falda larga gris con una chaqueta del mismo tono y una blusa blanca bastante conservadora, llevaba el cabello tomado en un moño alto bastante tirante y parecía salida del ejercito por su estricto rostro. Sin siquiera mirarse, los tres la descartaron inmediatamente.

Lo mismo sucedió con las siguientes candidatas, solo algunas vestían un atuendo más revelador y le lanzaban miradas a coquetas a Massimo, esto lo irritaba, lo último que quería era una enamorada dando vueltas por la casa tratando de abordarlo en cualquier oportunidad.

Después de la séptima candidata se dieron un descanso, pidieron cosas para beber y aprovecharon de relajarse. Los tres estaban decepcionados y cansados de repetir lo mismo una y otra vez. Olga ya no quería seguir, se quejó de estar cansada, pero Doménico la obligó a continuar ya que esto había sido idea de ella y ya solo faltaban 3 por entrevistar. Harían esto rápido y mañana las enviarían de vuelta a Londres.

Mandaron llamar a la octava candidata pero la sirvienta se demoraba demasiado por lo que Massimo se comenzó a impacientar y cuando estaba a punto de ir a averiguar qué sucedía la joven sirvienta apareció con el rostro angustiado y sola. 

Les contó que no encontraban a la mujer por ningún lado y que cuando le consultaron a las compañeras ellas recién se percataron que hace bastante que la habían perdido de vista. La buscaron por toda la casa sin éxito, se le consultó a los guardias si es que la habían visto salir, pero ellos lo negaron.

Los tres se alertaron ante esta situación y Massimo se unió a la búsqueda. Les pidió a Olga y Doménico que continuaran con las otras dos candidatas ya que lo único que deseaba era terminar luego con esta tortura.

Acompaño a los guardias durante el recorrido, confirmaron que no estaba dentro de la casa y tampoco por el perímetro de esta, no había salido por lo que debía estar en algún lado.

De pronto Massimo tuvo el presentimiento de que podía estar en la pérgola que estaba cerca de la playa, por lo que se dirigió al lugar y pudo ver a la mujer desde lejos. Avisó que la había encontrado y que detuvieran la búsqueda.

Al llegar se encontró a una mujer joven tendida en un sofá observando el mar, la iluminaba la luz del sol y parecía una sirena observando su hogar. Se acercó más para observarla; era joven, alrededor de 30 años, tenía el cabello liso y rubio, una piel blanca perfecta. Llevaba un vestido blusón azul que llegaba a medio muslo atado con un cinturón a la altura de la cadera y por la posición en que estaba acurrucada el vestido se subía dejando a la vista unas tentadoras piernas. Era una estatura promedio y delgada pero musculosa. Sintió que emitía cierta aura de peligro.

Al parecer su intensa mirada la hizo salir de sus cavilaciones, lo observó con unos ojos marrones penetrantes y Massimo podía sentir que lo estaba analizando, era como si ella pudiera ver hasta lo más profundo de su alma.  Tenía rasgos seductores, nariz delgada y respingada, labios no tan gruesos pero carnosos, rostro ovalado con pómulos marcados, cejas finas y rectas, ojos con largas y abundantes pestañas.

Kate nunca habría imaginado que su primer encuentro con un Torricelli le hiciera sentir así. Ese hombre le erizó la piel, era atractivo, pero el tipo de atractivo que te lanzaba la advertencia que te comería como un lobo si caías en sus garras. Irradiaba testosterona y no podía negar el efecto que causaba en ella.

365 DÍAS DE REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora