Egipto

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Hacía un calor sofocante en Egipto y lo único que deseaban era descansar en el fresco hotel, pero el entusiasmo de Luca no les permitía descansar. El primer día recorrieron la ciudad y cenaron en un restaurant en el centro, al día siguiente al alba comenzarían con lo tours y sería un día agotador. 

Al tercer día Olga deseaba descansar en la piscina por lo que Massimo y Alessandra tomaron el siguiente tour con Luca. El guía asumió que eran un matrimonio y que Luca era su hijo, lo que ninguno corrigió. Massimo disfrutaba que en todos lados los trataran como pareja y Alessandra lo aceptara sin discutir. 

Al cuarto día decidieron ir a cenar junto a su guía a un restaurant que él les recomendó. Era un local sencillo, pero con el ambiente característico de Egipto. Elegir el plato fue difícil ya que la carta era sencilla y con platos mas extraños, por lo que dependían de la descripción del mesero.

Todo transcurrió de maravilla, fue una cena agradable y todo exquisito, hasta que Alessandra comenzó a sentirse extraña. Se le hincharon sus labios, ardían y comenzó a sentir una comezón en su cuerpo. Pidió regresar al hotel lo que encendió las alertas de Massimo. 

Estaba preocupado ya que Alessandra además de la hinchazón de sus labios se rascaba y manchas rojas comenzaron  a aparecer por su cuerpo. Deseaba acudir a un médico pero ella se negó. Durante el trayecto de regreso de pronto ella se tensó y le pidió cambiar de asiento. Abrió la ventana del automóvil y pudo notar que le estaba costando respirar. Esto pintaba mal por lo que le pidió al chofer que acudiera al hospital mas cercano. Doménico, Olga y Luca iban en el otro automóvil por lo que no se percataron.

Cuando llegaron al hospital Alessandra apenas respiraba, y Massimo también, pero de angustia. Ingresaron a Alessandra a urgencias y fueron los minutos más eternos que había vivido. Gritaba exigiendo información, pero solo le pedían que esperara. Luego de un rato un médico se acercó a conversar con él, le explicó que Alessandra se encontraba bien, que lo ocurrido correspondía a un shock anafiláctico, la consecuencia más grave de una alergia y probablemente algún ingrediente de la cena le causó esa reacción.

Permitieron a Massimo entrar y pudo ver a Alessandra, diminuta en la camilla de la sala de urgencias, tenía conectada en el brazo una vía que administraba el liquido de una bolsa que colgaba. Al verlo puso los ojos en blanco y sonrió. 

- Aquí estoy, nuevamente preocupando a todos. Ya se volvió una costumbre -sonrió amargamente-.

- No te preocupes Alessandra, tienes derecho a enfermar o sentirte mal, lo que no me agrada es el miedo que siento al pensar que te puedo perder.

Alessandra apartó la mirada y suspiró.

- Bueno, hierba mala nunca muere -fue lo que pudo responder-.

Era verdad que era una sobreviviente a cualquier adversidad, pero aún así preferiría que tuviera una vida tranquila, sin el miedo constante a perderla.

Una vez estabilizada Alessandra solicitó que le permitieran regresar al hotel. Ni Massimo ni los médicos estaban de acuerdo, pero al final tuvieron que ceder y le dieron el alta. Debería continuar un tratamiento con medicamentos.

Al llegar a su habitación Olga se encontraba ahí, estaba histérica.

-¡¡¿Por que no nos avisaste Massimo?!! Los hubiera acompañado ¿Sabes lo que he sufrido estas horas esperando noticias suyas?

- Lo siento Olga, pero no quería alterarte. Ustedes iban con Luca y no quería que se asustara.

- ¡Aún así!, podría haber dejado a Luca con Doménico y acompañarlos.

- Lamento seguir preocupándote Olga -intervino Alessandra-. Al parecer me gusta llamar la atención -le dijo sonriendo-.

- Eso no me importa, solo me gustaría que me incluyeras más en tu vida sabes. Me preocupo por ti.

- Lo sé, lo siento -Ambas se abrazaron-.

- Esta bien Olga, suficiente. Ya ves que Alessandra se encuentra bien. Ahora necesita descansar, así que puedes volver con Doménico.

- ¿Y tu que harás? -le preguntó perspicaz- ¿La dejarás descansar tranquila también? ¿Solo tu puedes cuidar de ella?

- Deja tus celos de lado y vuelve con tu hijo y tu marido. Me quedaré a vigilar que no pase nada.

Olga suspiró, sabía que no lograría nada, le molestaba que Massimo fuera tan obsesivo y la excluyera, pero se alegraba de que la cuidara.

- Está bien, me voy y avísame si sucede algo. Mañana volveré temprano y tengo la llave de la habitación, así que no quiero encontrarlos en nada extraño.

¡Maldición! esa mujer sabía irritarlo.

Alessandra esperó que Olga se fuera y comenzó a desvestirse cuando recordó que Massimo estaba ahí. No pudo evitar recordar lo que sucedió en su dormitorio, lo que hizo que una ola de calor recorriera su cuerpo y que fuera a  parar en su vagina. Le gustaba sentir que la deseaba, así que algo de malicia la hizo continuar. 

Estaba un poco débil por lo que se desabrochó el pantalón y sentó en la cama para sacarlo, Massimo lo adivinó y se acercó, tiró de él hasta sacarlo por completo de sus piernas y luego subió con sus manos por ellas hasta llegar a su cadera, continuó subiendo y comenzó a desabotonar su blusa. Alessandra no hizo nada y permitió con la respiración entrecortada que Massimo la desvistiera. Cuando terminó de desabotonar la bajó por sus brazos, siguiendo con sus manos el camino desde sus hombros hasta sus antebrazos. Luego se paró y sacó debajo de su almohada su pijama. Volvió a colocarse en cuclillas frente a ella y extendió sus brazos hasta llegar a su espalda para desabrochar su sujetador, estaba muy cerca de ella, podía sentir su aroma y el calor que emanaba su cuerpo. Una ves que soltó los broches, bajó los breteles por sus hombros seguido por sus manos. Cuando cayeron Alessandra saco sus brazos por ellos y él tiró un poco para apartarlo de sus pechos. Massimo suspiró entrecortado, pero continuó su trabajo colocando sobre su cabeza su camisola y la bajo recorriendo con sus manos su cuerpo. El cuerpo de Alessandra vibró ante sus manos que bajaban por su espalda, su pulgares rozaron sus pechos y continuó bajando tomando con ambas manos su cintura y su cadera... Su parsimonia la estaba volviendo loca. 

Cuando termino de bajar por completo la camisola la miró y ella pudo ver la bestia que estaba intentando contener, y para su pesar tubo éxito. Massimo suspiró y le dio un casto beso en la frente lo que la hizo arder en ira, su cuerpo palpitaba, lo deseaba y él la estaba tratando como a una niña.

Massimo la ayudó a acostarse, la arropó, la besó en la sien y se marchó para que pudiera descansar tranquila. Aunque la realidad era que debía escapar y darse una ducha con agua fría urgentemente, si no estuviera desesperado hubiese pedido una tina con hielo.

Alessandra intentaba calmar su cuerpo, difícilmente podría conciliar el sueño en el estado que estaba. Podría ir tras él, sabía que estaba igual que ella, pero ¿Qué conseguiría con eso? era consciente de que probablemente cuando él avanzara comenzaría su angustia y no llegarían a nada... Había asumido que quería estar con él, ¿Pero que tipo de relación le podía ofrecer?.

365 DÍAS DE REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora