Doble personalidad

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Alessandra esperó a que Doménico ayudara a Massimo a cambiarse y recostarlo, para hacerle una visita. 

- Veo que ya se acomodó señor Torricelli, lo mejor es que descanse y no se mueva por hoy. Le traje unos medicamentos para que tenga una buena noche -le paso una pastilla-.

Massimo la miró confuso.

- ¿Piensa que lo quiero envenenar señor Torricelli? -le preguntó divertida-, si fuera mi objetivo lo habría hecho hace mucho. 

- No es eso Alessandra -que extraño, no le costaba llamarla así-, solo me sorprende que aún continúe su trabajo de enfermera.

- Claro que sí, me ofrecí a curar su herida y si le llega a pasar algo Mario tendrá nuevos motivos para querer asesinarme. Así que tome esa pastilla, es un antibiótico para que no se le infecte la herida o le de septicemia y piensen que fue mi plan desde el principio -se puso a reír-.

- No lo encuentro gracioso Alessandra, no me siento orgulloso de lo que sucedió en la biblioteca.

- No sea tan grave Torricelli, Mario estaba en su derecho. Siempre supe que si sabían la verdad reaccionarían así. Aunque no me esperaba su heroica participación. Ahora le debo la vida señor Torricelli. 

  - No me debes nada, aunque me engañes o realmente me quieras asesinar, no cambia el hecho de que no voy a dejar que te hagan daño, y menos en mi propia casa -la miró con intensidad, eso la incomodó y desvió la mirada-.

-  Bueno señor Torricelli sea un buen paciente y tome su medicamento.

Massimo ingirió la primera pastilla.

- Muy bien, ahora sigue ésta -le mostró otra pastilla-. Es para el dolor.

Massimo también la ingirió sin dudar.

- ¡Pero que buen niño! Se va a ganar una carita feliz señor Torricelli -le dijo riendo-. Bueno ahora la última. Es un sedante, y no es que quiera copiar el plan de Chiara, es para que descanse. Nada mejor que un sueño reparador para recuperarse.

- No me quejaría si quiere imitar el plan de Chiara. Solo pediría recordar todo y en detalle.

- Si claro, ¿Y quiere un hijo forzado también?

- Yo feliz tendría un hijo contigo Alessandra.

Mierda Torricelli cada vez estaba siendo menos sutil y ya no sabia como evadir sus comentarios.

- Yo creo que los medicamentos le están afectando señor Torricelli. Tome éste último y puede descansar tranquilamente.

- No creo que sea necesario.

- Tómeselo Torricelli, usted me salvo la vida y yo le estoy dando esto en gratitud... Para que  no sufra cuando lo venga a asfixiar por la noche -y aunque intento mantenerse seria, no pudo evitar reír-.

- Bueno me lo tomo, ya que aunque muera suena estimulante que me visite por la noche, y si me intenta asfixiar con la almohada me es mas fácil meterla en mi cama.

- ¡Pervertido! -le grito con falsa indignación y le apretó la herida en venganza-.

- ¡Mierda!, eso fue tortura señorita Campodónico.

- ¿Eso?, es un leve cariño comparado con las torturas que he cometido -puso rostro angelical y se marchó-.

Massimo vio esa mirada nuevamente, ella tenía dos personalidades. 

Una era la Alessandra alegre e irónica que lo torturaba día a día. Y esta otra personalidad que mantenía oculta era su lado mafioso, un lado oscuro, y que no sabía hasta donde llegaba esa oscuridad. Recordó cuando estaba encolerizada con Chiara y la sometió en el suelo, luego cuando se lanzó como una fiera y la estaba estrangulando contra la pared. 

Bueno, el amaba todas su personalidades, amaba todo de ella.


365 DÍAS DE REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora