Decisión

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Cortar su relación con Chiara sería un doble problema, el primero era ella misma y los Napoli, y el segundo sería Mario y el resto de la familia.

Mario no toleraría que decidiera poner fin a la relación ya que era él el más contento, pensaba que por fin había sentado cabeza con una mujer que valía la pena. Y por sobre eso no permitiría que los Torricelli se enemistaran con los Napoli por una estupidez.

Estaba consciente de que él era un dolor de cabeza para Mario y que en varias oportunidades se le ha pasado por la cabeza quitarlo de jefe de la familia, quizás con esto lo haría finalmente.

¿Y qué sentiría si ya no era el Don de la familia? Ya había designado a Luca como su heredero y por lo tanto Doménico tomaría la responsabilidad en algún momento. Eso no le molestaba, después de lo de Laura dejó todo de lado y se perdió en su infierno. Doménico y Mario fueron los que se hicieron cargo de todo. Si ya no tenía la carga de ser el jefe de la familia podría ser una persona normal y vivir con Kate una vida tranquila. Tenía el dinero suficiente para asegurar el futuro de varias generaciones de sus descendientes.

Vivir una vida normal con Kate y tener hijos con ella le hacía ilusionarse, llenaría su vida de bromas, música y alegría. Podría cenar los platos que ella le preparara ya que cocinaba bastante bien, conversarían con una botella de vino después de la cena y tendrían sexo a la luz de la luna -eso había quedado pendiente de esa noche en Londres-. Amanecer con ella a su lado, ver su sonrisa y su miradas escrutadoras era un futuro que le motivaba a enfrentarse a Mario. Aunque Kate no lo demostraba estaba seguro que ella sentía lo mismo por él.

Esa noche conversó con Doménico sobre su decisión, y pudo ver en él su cara de duda y tristeza, pero sabía que lo apoyaría.

- ¿Estás seguro? -le consultó con angustia-.

- Me sorprende que lo preguntes Doménico, tu haz visto como he cambiado desde que la conocí, tú mismo me has dicho que te alegras de verme feliz otra vez.

- Sé que te lo dije, pero la conoces a hace poco más de una semana y quieres renunciar a todo por ella, quién ni si quiera ha demostrado corresponderte. Asume que eres obsesivo Massimo, que estas yendo por el mismo camino que con Laura, quieres que sea tuya a cualquier costo.

- ¡No es lo mismo! -le contestó gritando-, yo viví ese amor enfermizo y te puedo confirmar que esto es completamente distinto. Además no es que quiera desentenderme de la familia, solo quiero cortar con Chiara para poder estar con Kate, pero tú sabes cómo se lo tomará Mario.

Doménico se sentía confuso, ¿Por qué la vida de Massimo era tan turbulenta?, merecía ser feliz y era algo que había sido algo muy difícil de conseguir hasta ahora. Podía entender lo que sentía, Kate era bella y alegre, pero ¿Realmente la amaba?. Conocía muy bien el lado oscuro de su hermano, este amor era un arma de doble filo muy peligrosa para ella, tal vez había sido un error contratarla.

- Massimo entiendo y me alegra que te enamoraras, pero ¿Vale la pena enfrentarte a la familia por una persona que recién estas conociendo?, es una simple institutriz e Inglesa, dos puntos en contra para ella ante Mario.

- No es una simple institutriz, es institutriz por decisión propia ya que también es arquitecta y muy buena, tiene una empresa familiar que se dedica a construir edificios por toda Inglaterra y otros países. Investigué su empresa y es bastante rentable, por lo que ella tiene su propio dinero que no es poco. Ella es mucho más de lo que era Laura y Olga cuando las conocimos, sin querer ofender -repuso un poco arrepentido por ese comentario contra Olga, pero no toleraría que menospreciaran a Kate-.

Doménico se sorprendió de la fiereza con la que Massimo la estaba defendiendo. Debía darle un voto de fe y lo apoyaría frente a Mario, intentaría que la bomba con los Napoli no fuera tan explosiva.

- Te voy a apoyar Massimo -le dijo con resignación-, intentaré que Mario se lo tome con calma.

Massimo se alegró, sabía que siempre podría contar con Doménico.

- Bueno prepárate por que lo invité a desayunar.

- ¡Ni siquiera me das tiempo para prepárame!

Ambos rieron y se fueron a dormir.

365 DÍAS DE REDENCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora