Caricias

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Soledad. Ella se fue y aquello fue lo único que ganó con su partida, pero jamás en su inmortal vida se le ocurriría culparla, ella lo amo tanto como el a ella, solamente habia a alguien a quien culpar, y era el, no al verdadero el, sino a esa persona que estaba en el, que destruía todo lo que amaba, odiaba a Satanás y su maldición.

Los dioses le temían, los mortales por igual, después de haber conseguido amigos volvía a estar en una profunda soledad, y digamos que no era algo extraño, había estado solo desde su nacimiento, aquello era normal, pero se había acostumbrado a que personas amigables lo rodearán y pasarán el tiempo juntos.

No tenía idea de que era una relación en sí, la primera persona a la que amo murió por su mano, el dolor del recuerdo seguía ahí, pero ya no era visible, luego de tantas lágrimas, de pasar años pensando, rompiéndose la cabeza queriendo romper la maldición por si mismo, de tantos fallidos intentos, solamente se rindió.

Y cuando lo hizo, pensó que morir sería la mejor opción. Creo monstruos, cosas aún más mitológicas que los mismos dioses, seres que probablemente no debieron existir, pero ninguno pudo acabar con su vida, eso lo hacía sentir tan miserable.

Cuando pensó que la soledad sería su única y última amiga por toda la eternidad, llegó él y le dio la vuelta a su destino.

El rey del inframundo, hades. Era una persona amable, un rey fuerte y capaz, bueno en su trabajo y amoroso con sus hermanos, el entro en su laboratorio luego de la extinción de hajun, pensó que un regaño sería lo que tendría para el, pero el dios del Helheim solamente pregunto por lo que hacía.

Le pareció extraño, pero aún así le mostró sus experimentos, el sinceramente le dijo que ninguno de ellos podría matarlo, y él le dijo que ya lo sabía, desde aquel entonces se volvieron amigos; cercanos, o eso cuando belcebú no intentaba alejarse de el.

Mucho del pasado puede resultar abrumador, y aún más si es malo, si cargas con culpa y odio. El dios maldito solo pensó en alejarse antes de lastimar a hades, por la simple y sencilla razón de que este había ganado su corazón.

Fue poco, el tiempo que compartieron, y en eso pocos momentos hades tenía a sus pies al dios de las moscas, podiendo pedir de el cualquier cosa y este se la entregaría, su alma ya le pertenecía.

Cuando hades notó el alejamiento, los encerró juntos en el laboratorio, queriendo saber el por qué de su huida.

— ¡Por que te amo tanto que no quiero que el maldito de Satán te haga daño! — había gritado, con el corazón en la palma de su mano, cerrando la boca bruscamente al darse cuenta de lo que había confesado.

Hades viéndose sorprendido, y esa sonrisa que le siguió a su sorpresa lo desconcertó, no sabiendo que hacer mientras el lo besaba.

— También me gustas, Bel — el hizo que su rostro se volviese rojo por esas simples palabras.

Pero ¿Qué pasaría si lo que había dentro de él lastimaba nuevamente a quien amaba? No quería que él se fuera, si es sincero ya se había acostumbrado a su presencia.

La idea de estar nuevamente en soledad lo hacía sentir temor.

Hades acarició su cabello, y se sentaron juntos en un sofá de por ahí.

—. Bel, no permitiré que nos separen, descuida — le aseguro como si hubiese leído sus pensamientos. — soy fuerte, resistiré — y le sonrió, como solo el podía hacerlo; brillante.

Y belcebú lo abrazo con fuerza, no queriendo pensar en que ese podría ser su último momento junto a él.

Hades simplemente volvió a acariciarlo, quedándose junto a él desde que se calmó y para siempre.

A belcebú le gustaron esas caricias.

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Two-cember [Hades bottom] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora