• Día 2 - Jirō •

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—Gracias por ser tan pacientes. Lamento que tuvieran que perderse la tarde encerrados aquí. —Sakura se disculpó con sus huéspedes cuando todos —menos Mineta— estuvieron reunidos en la sala común, listos para ir a relajarse a las aguas termales.

—Nosotros deberíamos ser quienes se disculpen, Sakura-san —habló Yaoyorozu por todos, dando un paso más cerca de la peli-rosa—. Por nuestra culpa de seguro recibiste un regaño.

—Mineta debería disculparse —murmuró Satō. Shōji, quien estaba a su lado, le dio un leve golpe en el brazo para callarlo.

—Todo fue solucionado. Ya no es necesario que se preocupen. —Sakura les sonrió con tranquilidad, con la misma gracia y calidez con la que la conocieron, haciéndolos sentir aliviados—. Más importante, ¿dónde está Mineta-san?

—Umm. Él decidió quedarse en la habitación —informó Kirishima, rascando la parte trasera de su cabeza en una mueca incómoda por tener que ocultarle la verdad sobre su compañero—. Dijo algo acerca de reflexionar por sus actos.

La miko lo observó con una expresión en blanco por unos largos segundos en los que puso a todos nerviosos y atentos a su reacción. Ella levantó una mano y dos empleadas, que habían estado apostadas a un lado de la habitación, rápidamente respondieron a su llamado; ese gesto los sorprendió en gran medida ante el poder autoritario que tenía la dulce chica.

—Estén atentos a las necesidades de nuestro huésped en mi ausencia —ordenó con voz suave, pero siendo firme en su instrucción. Las dos mujeres asintieron y desaparecieron por una puerta lateral sin mediar palabra—. Bien. ¿Quién quiere disfrutar de nuestro onsen? —Sonrió nuevamente.

Los ánimos regresaron al grupo gradualmente y todos juntos siguieron a la chica que tarareaba en voz baja una alegre melodía por uno de los caminos del bosque que llevaba al edificio de las aguas termales. Caminaron por un par de minutos hasta llegar al lugar, igual de pintoresco que la estructura principal. Sakura los guio hasta los baños comunes para que pudieran asearse, les proporcionó todos los utensilios que ocuparían y les indicó dónde se encontraba la entrada al onsen. Cuando estaba por retirarse para dejar que disfrutaran de la estancia, fue retenida por Yaoyorozu.

—¿Necesitas algo más, Momo-san?

—No. Sólo me preguntaba... —vaciló con un poco de nerviosismo, mientras jugaba con sus manos a la altura de su cintura. Sakura esperó pacientemente a que continuara—. ¿Te gustaría unirte a nosotras? —La chica de ojos verdes abrió sus ojos más de lo normal, asombrada por la petición tan inusual de su huésped—. Sakura-san ha sido tan agradable con nosotros desde que llegamos... Tenemos la misma edad y creo que podríamos ser buenas amigas. Me sienta mal que debas esperarnos sola el tiempo que estemos aquí. —Momo se puso más nerviosa ante el silencio de ella, incluso se alteró por creer haber dicho algo fuera de lugar—. ¡Lo lamento! No pensé que quizás pedirte esto pudiera traerte consecuencias con tus padres... —Dejó de hablar al ver una tierna sonrisa dibujarse en el rostro sonrojado de Sakura.

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