• Día 3 - Iida •

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Satō se quedó helado en su lugar, sin poder contener el escalofrío que recorrió su cuerpo ante la expresión que ella tenía, muy diferente a lo que estaba acostumbrado desde que la conoció. Antes de que pudiera hacer o preguntar nada, un grito los interrumpió.

—¡Satō-kun! Con que aquí estabas —vociferó Iida, acercándose a ellos.

—Iida-san, estaba dándole un masaje a Satō-san. ¿Quieres uno también? —ofreció regresando a la normalidad, sonriendo para ellos.

—¿Un masaje? —repitió. Miró con seriedad a su compañero de clase y Satō ya sabía lo que se venía a continuación—. Esas son peticiones fuera de lugar para nuestra anfitriona. Si necesitas algo como eso, lo haré yo mismo. Como presidente de la clase por tres años consecutivos, es mi deber velar por mis compañeros y su bienestar.

Sin esperar respuesta, se acercó al chico sentado y lo golpeó con sus manos, agitándolas como de costumbre sobre sus hombros. La brusquedad hizo chillar a Satō, rogando que parara sin ser escuchado.

Sakura aprovechó la distracción de ambos para encargarse del asunto. Estiró los dedos índice y medio de su mano derecha y movió su brazo de izquierda a derecha como si cortara algo en el aire de forma horizontal, en dirección a la espalda de Satō. Él sintió un gran alivio al instante después de su acción.

—¡Espera un momento! —exclamó, deteniendo a Iida al fin—. Ya me siento bien —informó, moviendo sus hombros en círculos y poniéndose de pie con facilidad. Sonrió—. ¡Sí, me siento mucho mejor!

—Me alegra haber sido útil para un compañero. —Iida también sonrió, acomodando sus lentes con orgullo.

—Al final Iida-san resultó ser de mejor ayuda. Me alegro por ti —dijo ella, con una sonrisa divertida al ver la expresión escéptica que el otro le daba al de lentes.

—¿Estás completamente seguro? Puedo continuar...

—¡No! De verdad, estoy como nuevo. Muchas gracias, Sakura-san. —Con eso dicho, huyó de ahí, más específicamente de su presidente de clase, olvidando lo ocurrido minutos antes con la miko.

—Te agradezco por ocuparte del asunto, Sakura-san. A pesar de que algunos de mis compañeros causaron problemas.

—Nada de eso, me alegra ser de ayuda —respondió tomando de nuevo el canasto para continuar con su tarea.

—Déjame darte una mano con eso.

Sabiendo la forma de actuar del joven, ella lo dejó hacer y también acompañarla a su destino mientras charlaban sobre el papel de Iida como representante de la clase. Subieron por las escaleras hacia el segundo piso, atravesaron un par de pasillos y doblaron en algunas esquinas, hasta adentrarse al ala del alojamiento más alejada de las habitaciones de huéspedes.

—Es gracias a Midoriya-kun que tuve la oportunidad de ser quien cuide de la clase.

—Midoriya-san... Hablas muy bien de él, igual que los demás.

—Es un preciado amigo.

—Me hubiera encantado conocerlo, y a los otros dos que tampoco pudieron asistir.

—Ten por seguro que les hablaré de ti. La próxima vez podrás conocerlos —habló con entusiasmo, mientras cargaba la canasta, sin percatarse de que Sakura se había detenido en el pasillo ante sus palabras.

—La próxima... vez —repitió, llamando la atención de Iida.

Él regresó a su lado listo para contenerla al verla con un semblante decaído, mirando al piso.

[✓] El RyokanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora