• Día 3 - Ashido •

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Yaoyorozu despertó en la mañana con una sensación agradable en su cuerpo, había dormido realmente cómoda a pesar de no estar en su ostentosa cama. Se sentó en su futón y levantó sus brazos sobre su cabeza, emitiendo un casi audible sonido de gusto al estirar sus músculos. Después de desperezarse, talló un poco sus ojos para quitar los últimos vestigios de su sueño y luego observó a sus compañeras de habitación, Ashido y Hagakure, dormir a pierna suelta y hasta con algunos ronquidos; rio un poco ante esto.

La joven pelinegra se levantó al fin, caminó hacia la ventana para abrirla y dejar ingresar los cálidos rayos de luz, los sonidos de las aves cantando y la agradable brisa que soplaba. Para ser otoño, el clima se estaba portando de maravilla y no hacía tanto frío como para estar con mucha ropa encima. Después de iluminar la habitación con la luz natural, se dispuso a recoger su futón y sus mantas para guardarlos en el armario.

—Mina-san, Tōru-san —llamó a sus amigas, intentando despertarlas—. Es hora de levantarse —agregó, mas no obtuvo una respuesta clara, sino que balbuceos inentendibles mientras se arropaban más entre las cobijas.

Yaoyorozu soltó un suspiro y se decidió a ir al baño en al primer piso para comenzar su día. Había compartido tres años en los dormitorios de la UA con sus compañeros de clase, por lo que encontrárselos desalineados por los pasillos y a medio despertar no fue una novedad para ella. Una vez en su destino, cepilló sus dientes, lavó su rostro, arregló su cabello e hizo sus necesidades; no le tomó mucho tiempo terminar de prepararse y regresó unos minutos después al cuarto para cambiar su yukata de dormir por la yukata del ryokan.

Al entrar a la habitación notó con curiosidad que la manta que cubría el espejo del tocador se encontraba en el piso, esparcido sobre el tatami.

Qué extraño, es la segunda vez que lo encuentro así en la mañana, pensó mientras tomaba la tela y la doblaba para dejarla sobre el mueble. Su atención se vio desviada al escuchar un fuerte ronquido de parte de Ashido irrumpiendo en la tranquilidad de la habitación.

—Chicas, es hora de levantarse —llamó nuevamente, soltando un suspiro antes de volver a insistir—. El desayuno estará listo en breve. El día está espléndido, no hay que desaprovecharlo.

—Yaomomo, ruidosa —balbuceó Hagakure. La ropa flotante que se elevó del futón le dio a entender que estaba sentada.

—Ruidosa —imitó Ashido en un balbuceo somnoliento, abrazando más su almohada. La chica de piel rosa soltó un chillido agudo al sentir que la golpeaban con otra almohada repentinamente.

—¡Si mi sueño es interrumpido, el tuyo también! —amonestó la joven a su lado, con su eufórica personalidad.

Al ver que al menos una de ellas ya estaba despierta, Yaoyorozu se dispuso a salir de la habitación.

—¿A dónde vas, Momo? —cuestionó la chica invisible. La manga de su ropa se movía a la altura de su cabeza, lo que indicaba que se estaba tallando los ojos.

—Voy a ver a Sakura-san. Ya debe estar despierta. Estoy segura que se opondrá, pero quisiera ayudarla en lo que pueda.

—Ee~. Yaomomo se encariñó con Sakura-chan —habló Ashido desde su lugar, aún somnolienta y con los ojos cerrados.

—Quiero aprovechar el tiempo con ella. —Sonrió antes de continuar hablando—. Charlar con Sakura-san es muy agradable e interesante.

—¡Yo también quiero ir! —exclamó Hagakure, poniéndose de pie de un salto con todas sus energías listas para enfrentar el día.

[✓] El RyokanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora