• Día 3 - Sero-Kaminari •

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Fue después de la medianoche cuando Kaminari despertó por un sonoro ronquido de Satō. Abrió los ojos con dificultad y parpadeó un par de veces hasta que el letargo lo abandonó. Lo recibió la oscuridad de la habitación, iluminada únicamente por el resplandor de la luna a través de la puerta shoji de la habitación.

El rubio volteó a su izquierda y se encontró con el responsable de su despertar, completamente ajeno a lo que había provocado.

—Estás fuera de forma si te has cansado de esa manera —murmuró para su compañero, ofuscado.

Giró hacia el otro lado, al lugar de Sero, o al menos donde debería de haber estado Sero ya que su futón estaba vacío. No le tomó importancia a esto, un llamado de la naturaleza no era algo extraño en la noche.

Se recostó una vez más en su almohada, con la intención de volver a dormir, sin embargo, con el correr de los segundos maldecía más y más a su compañero. Resopló, mirando el techo con molestia; no podía conciliar el sueño otra vez. Contó las maderas del techo, adornos de la pared, ovejas saltarinas, pero nada.

Cuando se disponía a contar los cuadrados de papel en la puerta shoji fue que la vio: Una sombra. Había una sombra en un costado de las puertas corredizas; la luz de la luna desde el otro lado reflejaba la silueta de una persona en el pasillo, específicamente de una mujer, con lo que parecía ser una yukata y con cabello sobre los hombros.

El rubio se quedó estático en su lugar, observando, sin saber cómo reaccionar ya que no se sentía en peligro. Segundos después, la sombra se desplazó indicando que la persona estaba caminando por el pasillo. ¿Lo curioso? Entre todo el silencio que inundaba la estancia, ningún paso o crujido de la madera del piso se podía oír. Eso definitivamente no era normal.

El corazón de Denki retumbó en sus oídos por sus latidos; con cuidado y sin hacer ruido se sentó. No podía quitar la mirada de la sombra que se había detenido en medio de la puerta. Los segundos pasaron con lenta agonía mientras nada ocurría.

Él tragó saliva con pesadez y se armó de valor para preguntar:

—¿Sakura-chan, eres tú?

No obtuvo respuesta alguna. En cambio, la figura retomó su andar con lentitud, paso a paso, hasta desaparecer de su campo de visión.

Kaminari no estaba seguro de qué lo impulsó, pero se puso de pie de un salto para ir hasta la puerta, la abrió despacio y se asomó por la rendija. No encontró rastro de la mujer.

—¿Sakura-chan? —insistió llamando por el pasillo, yendo en búsqueda de la joven.

La luz de la luna desapareció de repente, y la penumbra engulló todo, él incluido.

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Sero bostezó con ganas después de cerrar la puerta del baño detrás de sí. Caminó a paso lento y con los ojos medio cerrados por el sueño que aún mantenía; de igual forma lo hizo al llegar a las escaleras hacia el segundo piso. Fue guiándose por los pasillos gracias a la tenue luz de la luna que se filtraba por el shoji de algunas habitaciones, ya que las luces del segundo piso estaban apagadas en su totalidad.

En un momento de su retorno hacia la habitación que compartía con Kaminari y Satō escuchó, a lo lejos, el crujido de las escaleras como si alguien estuviera subiendo con pasos pesados y descuidados. Él se dio la vuelta con la idea de ver si se trataba de alguno de sus compañeros que, como él, había ido a hacer sus necesidades, o si estaba deambulando a altas horas de la noche. Los segundos pasaron y nadie lo alcanzó por el pasillo.

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