• Día 3 - Hagakure •

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—Se puede ver la diferencia de este lugar con el resto de la montaña —habló Sero.

—Con solo estar parado aquí, se me eriza el cuerpo. —Kaminari tragó pesado, preguntándose internamente si su petición había sido una buena idea, sobre todo después de saber su historia.

Frente a todos se encontraban dos caminos que contrastaban completamente con el entorno con el cual se habían familiarizado desde que llegaron a ese lugar. Uno de ellos incluso tenía un antiguo cartel con una inscripción que no faltaba mucho para ser borrada por el desgaste. Los árboles que los bordeaban se veían antiguos, no tenían hojas y tenían formas por demás irregulares y parecían estar secos. Al momento de su llegada, el cielo se había cubierto con nubes grisáceas y el viento soplaba más fuerte y frío que antes, dándole un toque más tétrico al ambiente.

—¡Cuidado abajo, Kaminari! —exclamó Jirō.

El grito alertó al joven que, en su intento por acercarse a leer el cartel, no había notado unas pequeñas estatuas de piedra en el camino, casi ocultas por la hierba alta. Maniobró con sus piernas para evitarlas, perdiendo el equilibrio al ver que había unas cuantas más a su alrededor. Antes de que cayera estrepitosamente al piso, él fue sostenido por Sakura desde su ropa y atraído hacia sus brazos.

El gran sonrojo en sus mejillas hizo bufar a la chica de peculiaridad auditiva.

—Ten más cuidado, idiota. No queremos que se repita lo de Mineta —regañó Sero. Algunos se pusieron incómodos y nerviosos al pensar en ello.

—¿Estas son estatuas Jizō? —Se escuchó la voz de Yaoyorozu. Los demás las reconocieron entonces —aunque nunca las habían visto personalmente— como las estatuas que protegían a los viajeros según la creencia budista. Lo que era curioso ya que se encontraban en un lugar que era "dominado" completamente por las creencias sintoístas—. Tienen los rostros cubiertos —murmuró para sí misma, extrañada. Según recordaba de los libros que había leído, se acostumbraba a vestir a estas estatuas como agradecimiento por su trabajo; que tuvieran sus rostros cubiertos con telas no era algo que se hacía, incluso podría pasar como un insulto o una burla ya que así se daría a entender que no podrían realizar su trabajo si tenían los ojos vendados.

—¡Lo siento mucho, Jizō's! —exclamó Kaminari, agachándose para intentar tocarlas. Sin embargo, fue detenido por la mano de Sakura antes de que pudiera hacerlo.

—Kaminari-san, deberías tener más cuidado. Si eres muy amable con los espíritus, estos se pegarán a ti —advirtió con una pequeña sonrisa. A pesar de su amable semblante, Kaminari tragó saliva, nervioso, ya que los ojos de Sakura parecían brillar de forma amenazante desde su altura—. Solo debes tratarlos con respeto.

[✓] El RyokanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora